Esperó refugiado en la oscuridad del viejo edificio. Cuando iba a tomar el primer escalón la empujó contra el muro y le apretó la garganta mientras le encajó tres puñaladas. El agarre fue tan fuerte que ahogó al mismo tiempo los gritos y la vida en el hilo de la sorpresa. Cuando salió a la calle se encaró a diez pasos con el policía que como simple ciudadano regresaba a casa. Al ver la sangre que lo bañaba no dudó en desenfundar su arma. No se dijeron nada. Si la mano que sostenía la pistola temblaba la de aquel estaba firme y segura.
Me señaló enfurecido con su dedo, eso dijo después el pobre guardia reconstruyendo el hecho. No había conexión entre la mujer –una maestra primaria- y el asesino –un tranquilo dependiente del más lujoso casino de la ciudad- que recibió un contundente trío de balas. Cuando lo alcanzaron la segunda y la tercera ya los motivos del crimen se perdían en la ciénaga cruel de lo inexplicable: la primera le partió el corazón.
Esto es rapido, estoy en casa de unos amigos. Te extrano mucho, no se cuando pueda volver pero si se que ya queda menos por esperar. Todo va mejorando.
Besos!
ps: me rei mucho con los sms y los timbres anoche, jejejeje!.
sé que todo va mejorando, por acá también… ya volveremos a contactar, no te preocupes… un beso bien grande y cuídense…
este post me hizo recordar el cuento escuálido y conmovedor de Mario Conde… no has leído «Máscaras»?
no, mar… he leído una sola cosa de padura y no ha sido «máscaras»…
pues deberías.. te gustaría
Pegue susto al ver la foto, despues me recorde que estaba leyendo un post de un amigo en todo santo…..
no en todo! no en todo! jajaja…
Me gustó este relatico negro…..
gracias darío… algunas cosas son así, el sentido y el por qué se pierde para siempre en un instante que puede ser o no el de un disparo…