
La Esperanza – Rita Longa – Forma parte de la escultura Fe, Esperanza y Caridad ubicada en el Hospital Viejo de Santa Clara
En diciembre pasado mi padre fue diagnosticado con cáncer de piel, así que desde enero está en tratamiento con operación de cincuenta puntos en la cabeza incluida. Mi experiencia con hospitales es nula y en este momento no puedo afirmar si es algo positivo o negativo. Yo padezco desde siempre de reacción vagal a la sangre y no es solo la sangre que veo sino la que imagino. En una de las consultas cuando el médico dijo que tenían que operar y llegar hasta el hueso me dio una fatiga que tuve que sentarme a recuperarme. Es duro saberse débil cuando cosas tan importantes pasan a tu alrededor y más de esa manera en que no depende de tu voluntad. Simplemente no puedo controlar ni evitar la reacción vagal aunque he pasado por momentos en que al parecer predominan otros sentidos y esta no aparece pero no voy a hablar de ellos ahora. Manos amigas me hacen llegar equipamiento desechable de insulina para inyectar a mi papá tres veces por semana con interferón alfa humano recombinante, un medicamento cubano que hace poco cumplió un cuarto de siglo y va por su tercera generación.
Papá tiene turnos con frecuencia y lo acompaño al hospital esos días en la mañana, bien temprano. Nos toma alrededor de media hora. A nuestro alrededor la ciudad se mueve con el ritmo de la gente que amanece y va al trabajo y somos dos más que de modo intrascendente caminan temprano a algún lugar. Él habla muy poco en la ida, casi ni una palabra. Ya las calles que tomamos para venir y regresar las tenemos elegidas y no tenemos que ponernos de acuerdo para nada. Yo le voy vigilando los pasos, orientándolo y cuidándolo. Ya no le queda más nadie que mi hermana, mi mamá y yo. Es el mayor de cinco hermanos y le ha tocado sobrevivirlos a todos. Sus padres son fallecidos, sus sobrinos por motivos divergentes están alejados. Así que nos tiene solo a nosotros para continuar.
El hospital es el más viejo de la ciudad. Ha sido superado por otro que está en las afueras pero aun así, sigue prestando sus servicios. Como toda instalación añeja muestra sus reiteradas reparaciones parciales a cada paso. Vanos cerrados y huecos abiertos revelan circulaciones reinventadas, pasillos atestados, personal médico que camina de un lado a otro observado por la estatua de su patio central, Fe, Esperanza y Caridad, obra de la magistral escultora cubana Rita Longa. Me he vuelto firme convencido que a pesar de las críticas al sector los buenos indicadores de salud que Cuba mantiene dependen exclusivamente de la capacidad y entrega de trabajadores mal reconocidos y peor remunerados que alivian el dolor en edificios con tuberías que sueltan agua y vapor por sus remiendos. No tenemos amigos que nos ayuden o recomienden por lo que hemos tenido que pasar y sufrir por la vía normal, sin embargo nos ha tocado a suerte un excelente trato, tanto de médicos, como doctoras, enfermeras, camilleros y hasta custodios, preocupados e interesados por nosotros sin recibir nada a cambio. Para mi hermana y para mí han sido de un apoyo definitorio. Incluso mamá me decía que alguien se le acercó a la casa hace unos días para que la ayudáramos a ponerla en contacto con el médico que operó y trata a mi papá. Se trata de un hombre joven pero muy preparado, profesional y determinado. Nada podemos hacer al respecto porque llegamos a él de casualidad, no porque lo conozcamos o tengamos amistad, fue el azar y no nos une otra cosa que los minutos de su consulta, tiempo que aprovecha a plenitud con un sentido práctico y decisión que quita todas las preocupaciones.
La espera es grande en cada consulta. Llegamos al poco más del amanecer y nos vamos pasado el mediodía. Hay muchos casos que atender, irregularidades en la entrada, complejidad de situaciones. Los médicos tienen que salir y entrar, son interrumpidos por razones de peso o no. El caso es que demoramos mucho en la espera como lo hacen casi todos los pacientes. Luego la consulta suele ser rápida y con una amabilidad que espiritualmente reconforta mucho. Luego nos toca otra cola inmensa en el control de turnos que hago yo mientras papá espera sentado en un banco de madera del salón de espera principal. Me duele dejarlo allí pero no quiero que esté de pie tanto rato cuando nos queda aún regresar a casa, quisiera estar con él hablando y no dejarlo sumido en quién sabe qué pensamientos pero no tengo otra alternativa.
El regreso lo hace más animado he intento introducir otros temas que no sean de hospitales ni enfermedad y es relativamente fácil porque está más dispuesto a intercambiar. Volvemos por las mismas calles por las que vinimos siguiendo el curso de las mismas aceras. Y es cuando nos pasa algo que me hace pensar en muchas cosas. Me hace pensar en la vida, en lo positivo, en la esperanza, en ese ánimo que a veces uno pierde y no encuentra. En eso que parece casual y parece al mismo tiempo puesto en tu camino para removerte, para que te estremezcas, para que te levantes. Me hace pensar en los seres humanos y en su incapacidad de mostrarse y ser abiertos al punto que quien se muestra a los demás pensamos que está enfermo.
Nos sucede algo que parece una señal.
Cuando venimos no está porque es muy temprano y supongo duerme. Cuando regresamos, como lo hacemos por la misma acera, chocamos irremediablemente con él. Es un chico, síndrome de Down, que está parado, en la puerta de su casa. Nos mira y no dice nada, solo levanta su mano derecha y nos ofrece su palma cuando aún nos quedan varios pasos por delante. Es una acera estrecha y yo camino detrás de mi papá y se escuchan seguido dos sonidos de choques de manos, la de mi padre con él y la mía con él, que voy detrás. No hay nada más, simplemente pasamos y chocamos manos pero parte de esa alegría que ese niño tiene con desconocidos se va también con nosotros. Es como decir y sentir que sí, que avanzamos, que vivimos y la vida es bella.
Pingback: Las manos de la esperanza | Diario de una hedonista.
Si, la vida es bella por eso hay que vivirla hasta la última gota…
la vida no solo es bella sino que hay que vivirla todos los días….
de acuerdo!
Llevaba meses sin conectarme a blogs. Entre los que sigo noté inmediatamente que hacía mucho no posteabas (como el Fulca) y me había preocupado. De verdad. ¡Me ha dado un gusto recibir la notificación y la coincidencia! Un poco menos lo que escribes. Pero de cualquier modo sí, porque tienes ese rollo positivo que me imagino que nunca te dejará tirado. Que el trance de la enfermedad os sea leve a todos y que siga dándote espacio para reconocer belleza a tu alrededor y volverla a lanzar hacia nosotros. Un abrazo.
La vida es bella en toda su magnitud, viva con toda intensidad mientras pueda.
Lamento, Camarero, que el motivo de tu ausencia en el Café de Nicanor sea el que cuentas en el post, pero confío en que ese optimismo con que enfrentas la vida te ayude a superar el trance. El optimismo y tus amigos del blog, que también para eso estamos. Mucha salud a tu papá y al niño que saludan cuando vienen de regreso…
Te mando mucho mucho ánimo.
mi admiración y respeto (y amistad) siguen creciendo.
Suerte
a mí no me gusta el sensacionalismo, nunca pensé escribir sobre el tema pero realmente el niño me inspiró a hacerlo… no voy a responder comentarios de forma individual porque para mí es un tema demasiado sensible, gracias por las llamadas por teléfono, la preocupación y los buenos deseos… espero que a partir de ahora la enfermedad de papá pase a un estado más tranquilo y de seguimiento y yo pueda volver a escribir, tengo cosas pendientes en la mente… un abrazo a todos y muchas, muchísimas gracias…
Conozco muy de cerca la historia y más de una lágrima saltó en mi mejilla. Hay momentos en los que la vida real nos arrastra, imperfecta-divina, y no podemos darnos el lujo de permitirnos caer en el abismo de esa mágica seducción que nos abraza. Las buenas almas nunca están solas, el que sabe dar de sí lleva en su misma paz interna una infinita fiesta de sortilegios. Hay momentos de prueba, momentos duros, esos en los que uno se siente arrinconado, pero también hay muchas buenas señales –como esta- que no podemos dejar escapar, señales que nos dicen que cada día es el ideal para replantearse la vida, para escapar de la tonta ambición y de tanta miseria espiritual. Y recuerdo una canción de Silvio que dice:
Más de una mano en lo oscuro me conforta
y más de un paso siento marchar conmigo
pero si no tuviera, no importa
sé que hay muertos que alumbran los caminos.
Abrazos mozo, cuida mucho a tu padre, es mucho más importante de lo que parece tener al hijo al lado, lo dicho, abrazos.
Caballo no sabía que era tan seria la situación (falta de preocupación de mi parte, total) Compadre, siento de veras todo lo que está pasando tu familia. !Coño! Disculpa pero a veces non tengo mas que gritar por las cosas que me joden. El telefono fijo mío es 7935751 y el cell 5814548, compadre no es bla bla bla si tienes que venir a la Habana a lo que sea utiliza los números que te doy, a la hora que sea. Estamos todos para ayudarnos. Vive junto con los tuyos el anhelo de dejar a un lado las dificultades y ríe aunque se escurra despues una lágrima por tus ojeras. Saludos mi hermano, todos estsmos aquí.
muchas gracias, camilo… te agradezco mucho el sincero y abierto ofrecimiento que espero usar para compartir una cervezas más que para compartir tristezas… empezamos con papá una nueva etapa que espero sea más tranquila para todos y espero poder reunirme al grupo en la próxima aventura, lo cierto es que el tiempo entre el nicho y la ciénaga pasó muy rápido!… un saludo igual…
Oye Camarero ( a fin de cuentas todavia no me sé tu nombre) compartimos lo bueno y lo malo, así sabe mejor. Suerte y salud villareño
Yo sólo te extiendo un abrazo Julio… ya sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites.
Y besos a tu padre… uno por cada punto.
mar… sé que los amigos y amigas están siempre, me lo han demostrado… besos y gracias…
Es lo primero que te leo, y me has conmovido. No hay más solución que aferrarnos a la vida, y que tu papá te tenga “vigilando los pasos, orientándolo y cuidándolo” es la mayor bendición. Abrazos
si es lo primero has leído empezaste por algo muy personal y muy sentido, no era tan difícil conmover aunque no era el sentido, mi blog es una cuestión de sentimiento y no más… si eres acabada de llegar al café te recomiendo la categoría a mí me gustan… después puede que encuentres algo que te guste más en las tazas anteriores… saludos y gracias por llegar…
gracias por “compartirte”
Pingback: Cientocuarenta y nueve veces | El Café de Nicanor
recién descubro este blog y me ha gustado, me llegó por la tristeza de Los Heraldos Negros y ahora entre lo que más gusta encuentro este post… ruego a Dios que no haya relación entre ambos post!! pinche vida ésta!
hay cierta relación pero no directa: falleció otro papá, el de mi novia… este blog está hecho para mis emociones y entre ellas puede haber tristeza pero no es un lugar triste porque la tristeza es símbolo del dolor que puede ser una extensión del amor pero demasiada tristeza nos distrae de la vida… sigue leyendo, quizás te encuentres alguna otra cosita más alegre que también te guste… gracias por comentar y bienvenido…