Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Rosario Castellanos
Esa mañana estaba especialmente bella, perfecta para pescar. Incluso el despejado sol parecía no calentar ni deslumbrar lo suficiente sino que de modo justo se levantaba a mitad del cielo. También parecía preciso el viento, la vela exacta, el bote ligero y el mar azul y cooperativo. Llegó hasta donde su experiencia le decía era un buen lugar, lanzó su vara con la mejor carnada y seguro de tener una presa en pocos minutos, esperó. Un buen tirón lo removió enseguida. Como rutina hizo el mismo movimiento de siempre: cuerpo atrás, carrete recogido, caña hacia delante, y otra vez palanca y el mismo proceso que repetía confiado e impasible, pero cuando estaba seguro que el anzuelo emergería con su botín a cuestas, este salió igual que como lo había echado minutos atrás. Quedó desconcertado. En todos los años que llevaba pescando jamás le había ocurrido algo semejante: a punto de subir el peso por la borda este, sencillamente, no estaba, como si al salir del agua al aire se disolviese o tiraran justo hasta ese lugar donde la extensión de sí mismo, desde el agarre hasta el engarce de acero, se separara del espejo salado del mar en calma. Intentarlo otra vez aumentó el enojo y el asombro. Por siete veces salió la carnada limpia colgada de la forma que delante de su perpleja cara parecía la certeza de una burla cruel: nunca el anzuelo le sugirió más que ahora un brillante signo de interrogación.
Intrigado y deseoso de averiguar el misterio lanzó por octava vez su carnada. Su corazón latía aceleradamente mientras con manos firmes sostenía la vara. Esta vez nada tiró del anzuelo. Comenzó a escuchar una voz de inmensa dulzura y musicalidad que, a mar abierto, únicamente podía emerger del fondo. Sintió miedo. Recogió su caña y se preparó para el regreso cuando algo estremeció su bote. En fracciones de segundos divisó aquella silueta que se movía veloz, indefinida por sus ojos hasta ese momento. Con la mirada fija en el agua vio emerger una maravillosa criatura de largos cabellos ondulados como las olas, de cara de luna y senos admirables y redondos que desde el ombligo carecía de las suntuosidades carnales patrimonio de las hijas de los hombres, mostrando un cuerpo de pez que se movía a derecha y a izquierda, de la propia manera que las mujeres lo hacen llamando la atención al caminar. Su sonrisa resultaba encantadora. Era una sirena con una personalidad seductora, infinitamente erótica y con un poderoso nivel de atracción. Los minutos pasaban. Extrañamente ya no sentía miedo, se miraban y contentaban únicamente con la sonrisa de sus labios. Estaba embelesado. Ella se sumergió y emergió otra vez, le hizo con las manos un elocuente ademán de que esperara y, sacando todo el arrogante busto sobre el agua, se acercó y lo tomó en sus brazos. Mientras el sol se perdía en el horizonte, un bote solitario era arrastrado a la deriva por el viento sobre el salado espejo del mar en calma y era la tarde también especialmente bella, perfecta para pescar.
Lindo, pense por un rato en mis tiempos de infancia cuando pescaba pero sin bote, los cuentos de sirenas siempre estuvieron presentes.
Un abrazo amigo.
gracias Albino por llegar y comentar…por Julio te conozco y hasta una vez me comuniqué contigo en facebook porque él no podía hacerlo, ya no debes recordarlo! ja ja ja recuerdo toda una mañana investigando y buscando pistas que me conectaran contigo allí, pero lo disfruté…un abrazo cariñoso
me imagino te refieras a tu tiempo de infancia antes de estar en cuba, pues sé que viniste muy jovencito para acá y estuviste muchos años aquí hasta tu regreso a casa… otra prueba de que los buenos recuerdos de niño perduran en el espíritu… un abrazo mi amigo…
mi amor?? estoy sentada en la mesa #19…escucho comentarios de los clientes a mi alrededor y dicen que a partir del día 21 de Diciembre es que de verdad se pone bueno este café…eso es cierto??
niña, he oído algo de eso pero la verdad es que si se pone bueno, lo sabré por terceros, amor mío… mi conexión es un desastre, bien lo sabes y estaré lejos… dios guarde mi café porque yo voy a acunarme…
mi amor cómo que no sabes que se pone bueno el café a partir del día 21?? pero qué barbaridad!! dios me guarde a mí, no a tu café!
dije que lo sabré por terceros, si se pone bueno o no, yo no estaré para saberlo…
Sólo me queda la curiosidad de saber si ese amor «se consumó»…
Abrazo!
yo creo que el final queda para gustos… para mí, ella lo mata, lo ahoga, lo pesca a su manera… pero sí quieres verlo de otro modo eso es algo que nadie puede quitarte, ni siquiera los autores… abrazos…
Ahogarse de amor suena como una gran manera de morir!
Abrazo
ciertamente, una gran manera de morir!… “yo amo a aquel que desea lo imposible”, decía Goethe… el amor es una dulce flor de delicioso aroma, pero hay que tener el valor de ir a recogerla al mismo borde de un horrible precipicio… y eso le pasó a nuestro pescador con su sirena… saludos danioska, un placer tenerte por aquí porque hago mío también, este Café.
Precioso… yo también me quedé como el pescador… lela.
pues a Jazbell y a mí nos jugaron una mala pasada las circunstancias… lo escribimos y cuando lo íbamos a colgar en el blog empezaron a poner unos documentales estúpidos de sirenas en multivisión, una de las cosas más guajanas que he visto alguna vez por tv… para colmo tenía dos partes y las repitieron y las repitieron… y yo con ganas de decir que nuestra sirena no tenía nada que ver con esas que aparecieron al mismo tiempo en todos lados!!!!…