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En el imprescindible documental Human de Yann Arthus-Bertrand un judío afirma que su definición de bandos ha cambiado radicalmente: ya no responde estrictamente a las desdibujadas fronteras entre iraelíes y paletinos, sino a quienes quieren la guerra y a quienes -como él- quieren la paz. Y esto lo dice alguien que perdió a su hija en un atentado terrorista suicida. Son los traumas recibidos los que hacen a las personas radicalizarse y definirse según como reinterpreten y asimilen su experiencia, para luego lanzarse a cambiar la realidad que va más allá de sí mismos para complejizarse en sociedad. Mientras más lejos se pretenda llegar, más alto suele ser el precio.
Eso le sucede a Samuel Maoz como resultado de su segundo filme, Foxtrot, ganador del Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia de 2017, el cual ha recibido duras críticas dentro de su país por parte de figuras políticas y al que la Ministra de Cultura, Miri Regev, calificó como un intento de destruir a Israel y un descrédito a sus fuerzas armadas. Lo cierto es que Maoz toca un tema que le va de cerca, pues fue artillero de un tanque en la guerra del Líbano de 1982. Desconozco dónde estuvo destacada Miri Regev, pero Maoz no se ha podido quitar de la cabeza que quizás no había nada en esa carreta tirada por un borrico al que su tripulación le disparó y voló en pedazos hace ya más de 35 años.
Así de directo es este filme, no más empieza y ya nos enteramos del bombazo que le traen a los Feldman: su hijo acaba de morir en acto de servicio para el ejército de su país. Así que esta es una película que va a trabajar sobre lo que sucede dentro de una familia ante una tragedia semejante y como espectadores sabemos inmediatamente a lo que nos vamos a enfrentar. Nos intriga entonces el saber cómo murió exactamente el muchacho y nos va a doler todo el dolor. Foxtrot está estructurada en tres partes bien definidas de modo que puede verse cada una de ellas como una historia en sí pero vinculadas a la misma vez en un tronco común: la llegada de la noticia de la muerte y lo inmediato, lo sucedido en el destino militar y el trauma de los vivos un tiempo después.
Imposible quedar indiferentes. Maoz nos somete al shock emocional de los padres, a la presencia de los uniformados, fríos y prácticos, que cumplen la planificación del funeral como una misión más. Nos va a confundir y hacer que choquen la verdad y la mentira, la ira y la ecuanimidad, la tristeza y la felicidad. Pero nos va a confundir de todos modos. La casi surrealista ubicación y actividad del puesto donde cayó la víctima, en vez de de tenernos con el corazón en la boca esperando lo que ya sabemos, nos remite a seguirnos preguntando cómo pasó todo en un lugar donde la rutina y el sin sentido tienen a un grupo de jóvenes hundiéndose en el barro. Y el cuadro final, lo que piensan y sienten los que quedan, va a explicar el por qué de muchas cosas desembocando en la comprensión que se esperaba. El papel del destino, tanto manifiesto como construido, armará este conjunto donde pasado, presente y futuro se vinculan y provocan.
Hay un ciclo sin fin en todo lo que nos cuentan en el que se reflejan las principales preocupaciones sobre el destino de Israel y los judíos y las cruces que en ese viaje sin fin van acarreando. El cuadro en la pared del apartamento de los Feldman que cambia de posición y lugar según el tiempo del relato y en el que una forma geométrica gira sobre un centro y se clava como un pozo, los pasos de baile elemental y cíclico y los tiros en arco de la cámara ratifican ese retorno a vivir lo mismo aun cuando hemos cambiado o cuando son otros los que lo vivirán. Hay un cuestionamiento en Foxtrot que reevalúa las bases políticas y religiosas de un país y su gente encaramado en este drama familiar sencillo pero bien trazado que se resuelve mostrando lo que necesita sentir una nación para salir del túnel y que no es, precisamente, una ráfaga de ametralladora.
Foxtrot – 2017 – Israel, Alemania, Francia y Suiza
Dirección y guión: Samuel Maoz
Producción: Eitan Mansuri
Música: Ophir Leibovitch y Amit Poznanky
Edición: Arik Lahav Leibovich y Guy Nemesh
Reparto: Lior Ashkenazi, Sarah Adler, Yonathan Shiray, Shira Haas, Yehuda Almagor, Karin Ugowski, Ilia Grosz
Duración: 112 minutos
Cuando leí el título de esta entrada, en mi e-mail, pensé que se trataba de un post sobre uno de los bailes más populares del jazz, aún sabiendo que los días Lunes camarero publica cine. Y me encuentro que estoy frente a un buen filme, al parecer, que al igual que en el Foxtrot siempre que parece que das un paso adelante habrá otro que te lleve al punto de partida. Cuando creías que iba en una dirección, quiebra y toma un camino distinto.
La buscaré para verla, gracias por la excelente apreciación que haces del filme, muy intetesante en verdad.
la película aunque es coproducción de israel con tres países europeos tiene una sorpresa musical para los cubanos, pensé en cómo incluirlo en el post, pero al final, no lo hice… hay elementos de baile en el filme sin ser ni mucho menos, un musical… a mí me gustó mucho y me costó trabajo comentarla, hay películas más sencillas que otras para hablar de ellas y creo que aunque estoy complacido con el resultado de lo que escribí, es mucho más interesante -al menos para mí- que lo que pude «describirla»… gracias por considerar que lo hice excelente!… y gracias por leer y comentar, 191911…