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El Café de Nicanor

~ -en la mesa más redonda-

El Café de Nicanor

Archivos de etiqueta: amanda

Otra vez de naranja

27 jueves Jun 2013

Posted by camarero in me pasó

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amanda, amigos, béisbol, papá, recuerdos, universidad, villa clara

Almacén

De aquí sacamos los papelitos

Y vino un jonrón con bases llenas que tuvo mucho más significado que las cuatro empujadas que traía encima. Hasta ese momento estuve en mi casa. Me vestí y me fui para el estadio aunque mi familia decía que era por gusto, que no iba a poder entrar. Atravesé la puerta final de la banda del right field bajo la mirada de un policía de tránsito con su moto y subí hasta el tope para pararme allá arriba porque no había donde me pudiese sentar. Cuando yo era niño, mi papá me llevaba al estadio y recuerdo que las primeras veces siempre era para ese lugar porque es donde menos pelotas caen, según fui creciendo me cambió de posición hasta que iba solo y escogí la que más me gustaba pero mis primeros recuerdos en el Augusto César Sandino de mi ciudad son al final de la grada de la parte derecha. Y allí estaba cuando nuestro equipo ganó después de 18 años de espera.

Yo estaba en 3er año de la carrera de arquitectura la última vez que esto pasó y algo conté ya de aquel grupo de muchachos que vivió los comienzos de la vida universitaria precisamente con tres campeonatos seguidos. Los recordé mucho en ese momento del último out, casi todos fuera de Cuba, otros fuera de la ciudad. Solo quedaba yo para ir a presenciar un triunfo que me que me hizo recordar tantas amistades, momentos tan buenos en tiempos tan grises como lo fue el trienio 1992-1995.

Como era de esperar, la gente se lanzó al terreno, las gradas fueron quedando más vacías y entonces se me ocurrió algo. Poco a poco fui abriéndome paso desde lo más alto y lejos y caminé entre los que quedaban. Me demoré porque aún había mucho público y el tramo era largo, pero ya tenía un propósito. Realmente yo no iba a ir al estadio ese día pero cuando hubo una diferencia apreciable pensé que quizás después de 18 años alguno de mis amigos lejanos me llamaba al teléfono en estos días –nunca me han llamado ni se saben el número, pero bueno, así es uno cuando quiere ponerse sentimental piensa hasta en lo imposible e improbable– y me iba a preguntar si yo había estado allá. No podría decir que no. Fui por ellos y por la nostalgia que hay que saber tragarse y moldear para convertirla en un suspiro. Y si bien ya podía decirles que estuve cuando ganamos, quería mejorar eso y me puse en movimiento a través de la gente. Cuando entregaron el trofeo ya yo había llegado al pórtico entre la 3ra y la  4ta viga de la parte de primera base y al espacio entre el 6to y el 8vo escalón. Esas coordenadas eran las mismas que ocupábamos y donde alguna vez estuve con acrílico naranja en la cara y una jaba de papelitos cortados a tijera gritando por un título ya en un recuerdo añejo.

En diciembre pasado mi sobrina hizo las pruebas de aptitud, las aprobó y le llegó arquitectura. Yo la acompañé el día del examen a la facultad y antes de llegar hice la foto que está arriba. Ella me preguntó por qué me interesaba aquella casita deslucida. Difícil imaginar que tuviese que ver aquella estampa con otra de tanta felicidad pasada y con este presente de campeones.

Lenin fue al estadio – El Café de Nicanor – 19 de enero 2012

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Sobra

10 martes Jul 2012

Posted by camarero in me pasó

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amanda, aprender, lecciones, vida, vih

Manta del Proyecto Memorias
en el Parque Leoncio Vidal

Era homosexual y portador del VIH porque su expareja se había vendido sexualmente para conseguir droga y terminó contagiándolo. Lo había contado públicamente en un encuentro que organizó mi hermana entre los vecinos del barrio y algunos pacientes del sanatorio donde ella trabajaba como psicóloga. Lo acompañaron aquella noche otros que como él habían decidido dedicarse a ser promotores de salud y luchadores contra las barreras que la ignorancia social levanta contra ellos solamente por llevar en sus venas un virus hasta ahora incurable.

Cuando fue diagnosticado comenzó a interesarse en el estudio detallado de la enfermedad para saber cómo enfrentarla. Sabía exactamente qué medicamentos consumir, qué ejercicios hacer y cuál dieta era la adecuada, qué conducta sexual debía llevar en lo adelante para protegerse y proteger a los demás. Todo esto lo hizo muy a título personal, se volvió un estudioso de sí mismo, tanto física como mentalmente. Luego llegó su momento de expansión. Empezó aconsejando a otros pacientes, colaborando con los médicos en charlas y encuentros para convertirse poco a poco en un respetado promotor a nivel provincial y nacional de la concientización hacia una actitud sexual responsable como medio de evitar la propagación del VIH. Como era portador, eso le permitía además ayudar en la rehabilitación a personas recién detectadas. Tenía pues un prestigio ganado entre aquellos que trabajaban vinculados a estos pacientes por el nivel de dominio y conocimientos que tenía y que por supuesto actualizaba y enriquecía constantemente.

Un día llegó a la casa y se sentó en una de las butacas de madera de la sala. Eran unas butacas muy cómodas pero más bien bajitas. Amanda tendría 3 ó 4 años. Ya caminaba pero para subirse a las piernas de alguien había que alzarla pues no podía por sí misma, excepto cuando alguien se sentaba precisamente en una de esas banquetas. Él conversaba conmigo que estaba sentado frente a él en un sofá y con mi hermana que le hacía café en la cocina. De pronto, la niña llegó a sus pies, se agarró a sus pantalones y ayudándose del brazo de la butaca, trepó sobre sus piernas y se le sentó a horcajadas de frente a su rostro. Le costó trabajo subir, pues cualquiera la hubiese ayudado en su empeño, pero él no lo hizo. No la tocó. Separó sus brazos, los sacó hacia afuera de la butaca, uno a cada lado, como crucificado y no dijo una palabra.

Hubo un momento de tensión, yo no supe qué hacer. Ni me pasó por la cabeza impedir que Amanda trepara sobre él, ni tampoco me parecía correcto retirársela ahora que la tenía encima, pero su reacción me desconcertó. Recuerdo que mi hermana pasó por delante de nosotros y siguió conversando con él como si nada, fue al cuarto, busco algo, regresó y no hizo ningún gesto trascendente. La niña le dijo algo, le tocó sus aretes, le pasó la mano por la cara. Él la miraba con ternura pero no abrió la boca, ni se sonrió siquiera, solamente la miraba. Ella se aburrió y del mismo modo que subió, bajó: sin ayuda. Pasado ese momento, recobró la normalidad y siguió conversando. Me asombré por lo mismo que se asombró mi hermana pero yo no gozaba de la confianza suficiente para hacer la pregunta que ella hizo:

– ¿Cómo es posible que tú con el conocimiento que tienes de la enfermedad y sus vías de transmisión, actuaras de esa manera?

Le respondió que es cierto que él sabía mucho de su padecimiento pero que para él los niños eran seres especiales y que con ellos tenía extremo cuidado, que llevaba las medidas de protección incluso más allá de lo que él y la ciencia ya sabían al respecto. Con ellos iba más allá de toda lógica y toda razón.

El día 1ro de diciembre de cada año en Santa Clara se celebra una actividad en el parque Leoncio Vidal, la principal plaza de nuestra ciudad. Ese día promotores de salud, pacientes, personal médico y voluntarios extienden unas mantas que están divididas en ocho secciones. Cada una de ellas corresponde a un paciente cubano que ha fallecido víctima del VIH/SIDA. Tienen cosidas a la tela pertenencias de la persona: fotos, ropa, implementos deportivos,  libros, adornos, prendas… cualquier cosa que sus familiares y amigos hayan decidido colocar allí. Esas mantas vienen dobladas de un modo específico y son abiertas en una especie de ceremonia tributo en que se siguen los mismos pasos hasta que se ponen en el suelo para que la gente pueda acercarse y leer pues además de las cosas adheridas  a la tela hay en todas escritos que han dejado a cada uno los que los amaron, conocieron y admiraron. En ocasiones, como cadenas que advierten más que mil programas de prevención, ves una nota firmada por alguien que tiene su propio espacio dos mantas más allá.

En medio de este espectáculo, que siempre es conmovedor, lo descubrí trabajando, haciendo labor de promotor de salud. Lo vi de lejos, rodeado de gente joven que lo escuchaba. Siendo un portador del VIH con varios años siendo asintomático no estaba con su familia, con sus amigos, de viaje, paseando, bailando, viendo una película… comiéndose un helado. Recuerdo que así lo pensé exactamente: está aquí y no por ahí, comiéndose un helado. Eso fue lo más vanal que se me ocurrió que pudiese estar haciendo, viviendo y sintiendo para sí. A veces es cruel que algo dramático nos haga percatarnos con consciencia de la maravilla de estar vivos y la importancia de apretujar lo querido ante la incertidumbre de nuevas oportunidades pero eso no implica, necesariamente, un acto egoísta. Es más, para que realmente tenga sentido, aunque suene trillado y gastado, nuestra realización y felicidad tiene que pasar por los demás. Yo no estaba tan cerca como aquellos que seguían sus palabras, pero aquel día también aprendí algo de él.

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Por tu felicidad que alguna vez será completa

17 viernes Feb 2012

Posted by camarero in otras cositas

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amanda, cumpleaños, papá

Hoy cumple 17 años. Su padre vive en otro país, la llamó por teléfono en la mañana pero por la diferencia horaria ella ya había partido para el preuniversitario. Almorzará en casa de su abuela, sobre la hora que pongo este post en mi blog y él espera poder hablar con ella allá. Llevan más de 12 años separados. Cuba les impide reunirse. Cuando cumplió 15, él tuvo que quedarse con el deseo de poder estar y ella con el de poder abrazarlo. Él no es un criminal, ni un delincuente, ni un disidente político. Ella menos.

Amanda, mi querida sobrina, yo quisiera derribar todo lo que impide que tú veas a tu papá, pero no puedo. Por el momento, intento ser tu mejor patrón masculino hasta que ese día de felicidad completa te llegue y él pueda estar orgulloso de la mujer que eres. Es mi manera de luchar y vencer lo incomprensible.

¡Muchas felicidades, mi niña!

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