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Foxtrot: esa extraña culpa de vivir lo mismo

28 lunes Ene 2019

Posted by camarero in cine

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amit poznanky, arik lahav leibovich, cine alemán, cine francés, cine israelí, cine suizo, eitan mansuri, foxtrot, guy nemesh, ilia grosz, karin ugowski, lior ashkenazi, ophir leibovich, samuel maoz, sarah adler, shira haas, yehuda almagor, yonathan shiray

En el imprescindible documental Human de Yann Arthus-Bertrand un judío afirma que su definición de bandos ha cambiado radicalmente: ya no responde estrictamente a las desdibujadas fronteras entre iraelíes y paletinos, sino a quienes quieren la guerra y a quienes -como él- quieren la paz. Y esto lo dice alguien que perdió a su hija en un atentado terrorista suicida. Son los traumas recibidos los que hacen a las personas radicalizarse y definirse según como reinterpreten y asimilen su experiencia, para luego lanzarse a cambiar la realidad que va más allá de sí mismos para complejizarse en sociedad. Mientras más lejos se pretenda llegar, más alto suele ser el precio.

Eso le sucede a Samuel Maoz como resultado de su segundo filme, Foxtrot, ganador del Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia de 2017, el cual ha  recibido duras críticas dentro de su país por parte de figuras políticas y al que la Ministra de Cultura, Miri Regev, calificó como un intento de destruir a Israel y un descrédito a sus fuerzas armadas. Lo cierto es que Maoz toca un tema que le va de cerca, pues fue artillero de un tanque en la guerra del Líbano de 1982. Desconozco dónde estuvo destacada Miri Regev, pero Maoz no se ha podido quitar de la cabeza que quizás no había nada en esa carreta tirada por un borrico al que su tripulación le disparó y voló en pedazos hace ya más de 35 años.

Así de directo es este filme, no más empieza y ya nos enteramos del bombazo que le traen a los Feldman: su hijo acaba de morir en acto de servicio para el ejército de su país. Así que esta es una película que va a trabajar sobre lo que sucede dentro de una familia ante una tragedia semejante y como espectadores sabemos inmediatamente a lo que nos vamos a enfrentar. Nos intriga entonces el saber cómo murió exactamente el muchacho y nos va a doler todo el dolor. Foxtrot está estructurada en tres partes bien definidas de modo que puede verse cada una de ellas como una historia en sí pero vinculadas a la misma vez en un tronco común: la llegada de la noticia de la muerte y lo inmediato, lo sucedido en el destino militar y el trauma de los vivos un tiempo después.

Imposible quedar indiferentes. Maoz nos somete al shock emocional de los padres, a la presencia de los uniformados, fríos y prácticos, que cumplen la planificación del funeral como una misión más. Nos va a confundir y hacer que choquen la verdad y la mentira, la ira y la ecuanimidad, la tristeza y la felicidad. Pero nos va a confundir de todos modos. La casi surrealista ubicación y actividad del puesto donde cayó la víctima, en vez de de tenernos con el corazón en la boca esperando lo que ya sabemos, nos remite a seguirnos preguntando cómo pasó todo en un lugar donde la rutina y el sin sentido tienen a un grupo de jóvenes hundiéndose en el barro. Y el cuadro final, lo que piensan y sienten los que quedan, va a explicar el por qué de muchas cosas desembocando en la comprensión que se esperaba. El papel del destino, tanto manifiesto como construido, armará este conjunto donde pasado, presente y futuro se vinculan y provocan.

Hay un ciclo sin fin en todo lo que nos cuentan en el que se reflejan las principales preocupaciones sobre el destino de Israel y los judíos y las cruces que en ese viaje sin fin van acarreando. El cuadro en la pared del apartamento de los Feldman que cambia de posición y lugar según el tiempo del relato y en el que una forma geométrica gira sobre un centro y se clava como un pozo, los pasos de baile elemental y cíclico y los tiros en arco de la cámara ratifican ese retorno a vivir lo mismo aun cuando hemos cambiado o cuando son otros los que lo vivirán. Hay un cuestionamiento  en Foxtrot que reevalúa las bases políticas y religiosas de un país y su gente encaramado en este drama familiar sencillo pero bien trazado que se resuelve mostrando lo que necesita sentir una nación para salir del túnel y que no es, precisamente, una ráfaga de ametralladora.

Foxtrot – 2017 – Israel, Alemania, Francia y Suiza

Dirección y guión: Samuel Maoz

Producción: Eitan Mansuri

Música: Ophir Leibovitch y Amit Poznanky

Edición: Arik Lahav Leibovich y Guy Nemesh

Reparto: Lior Ashkenazi, Sarah Adler, Yonathan Shiray, Shira Haas, Yehuda Almagor, Karin Ugowski, Ilia Grosz

Duración: 112 minutos

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Les Innocentes: las mujeres, el amor, la vida

09 viernes Feb 2018

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agata buzek, agata kuleska, anne fontaine, cine belga, cine europeo, cine francés, cine polaco, les innocentes, lou de laâge, pascal bonitzer, sabrina b. karine, vincent macaigne

Es invierno de 1945 y una monja polaca atraviesa una pradera y camina apresurada a través de un bosque de tímidos árboles, llega a los límites de una villa y le pide ayuda médica a unos niños que juegan poniéndoles una condición: ni rusos ni polacos. A cambio de una bagatela la llevan a un hospital francés, pero Mathilde, una asistente que trabaja para la Cruz Roja, le dice que solo atienden pacientes de esa nacionalidad y la insta a salir y buscar ayuda entre los suyos. Al final de la jornada, cansada de remendar las heridas atrasadas de la guerra, se sienta junto a una ventana a fumarse un cigarrillo. La monja que echara fuera horas atrás todavía está allí, arrodillada en la nieve, rezando por ayuda. Entonces, aunque no entiende el polaco y la noche va cayendo, Mathilde roba un camión y va con ella a donde haya que ir.

A través de una rendija entran al convento y va directamente de cara a la urgencia: una mujer que está de parto. Le dicen que su familia la rechazó y ellas la han acogido. Mathilde jura mantener silencio al respecto. Ayuda toda la madrugada al parto de la joven y se marcha con el compromiso de regresar al día siguiente para prevenir con penicilina cualquier complicación. Así lo hace y al salir, como ha demorado haciendo la asistencia, se topa con el grueso del grupo de monjas que sale del atrio. La que le sirve de guía, Sor María, la empuja hacia un rincón para no ser vistas. Desde allí notan como una de ellas se va quedando poco a poco hasta que ya sin fuerzas cae al suelo. Mathilde no puede contenerse, va a por ella y cuando la está auxiliando descubre la verdad escondida: la que acaba de desvanecerse también está en avanzado estado de gestación por lo que deduce que le han mentido respecto a su primera paciente.

Entender lo que ha sucedido le llega a través de la madre superiora, Jadwiga Oleska, que explica además el por qué el saberse público pondría en riesgo la propia existencia de la congregación. A partir de aquí, todo este drama, empieza girar sobre estas tres mujeres. La madre superiora hará cualquier cosa –y de hecho, lo hace- para conservar el secreto y salvar a sus hermanas y a sí misma de la deshonra. Sor María es una especie de intermediaria entre las religiosas embarazadas y la doctora pues sabe francés y traduce mutuamente, pero más allá del lenguaje, traduce para Mathilde los códigos morales del dogma que se atraviesan en su camino de preservar la vida humana como primera prioridad independientemente de las circunstancias. La dualidad Sor María-Mathilde, si bien va en confrontación con los intereses de la madre superiora, tiene a su vez una mezcla interna de principios y otros sentimientos que la hacen muy atrayente cuando estos se demuestran ocasionalmente en rivalidad, confusión y cuestionamiento.

Por instinto tendemos a recelar de lo desconocido y diferente. Al introducirnos en ese otro mundo, que bien puede ser una persona o un grupo de ellas, y empezarlo a entender, la presión se alivia en nuestro fuero interno y empezamos, por primera vez, a observar. Sucede entonces que la cercanía y la empatía pueden invadirnos como una marea alta. Eso le ocurre a Mathilde, que ayudando a otras víctimas de la guerra –porque eso son y no otra cosa las del convento- las empieza a contemplar en su día cotidiana y no descansa hasta encontrar una solución a largo plazo bajo la que quepa todo el deseo de recomenzar.

De las mujeres, de lo femenino, del destino y las determinaciones. De lo imprescindible que es su espíritu para que todo tenga orden y sentido. De la extraordinaria capacidad que emana de ellas para vencer la adversidad y la tragedia y acunar, sostener y levantar la vida. Más o menos de eso va Les Innocentes.

Les Innocentes – 2016 – Francia – Polonia – Bélgica

Dirección: Anne Fontaine

Guión: Sabrina B. Karine, Pascal Bonitzer, Anne Fontaine, Vincent Macaigne

Protagónicos: Lou de Laâge – Mathilde Beaulieu

Agata Kuleska – Jadwiga Oleska, madre superiora

Agata Buzek – Sor María

Vincent Macaine – Samuel

Thomas Coumans – Gaspard

Joanna Kulig – Sor Irena

Katarzyna Dąbrowska – Sor Anna

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