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Cuba tras un balón.

10 martes Abr 2012

Posted by camarero in pequeñas r(i)flexiones

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balón, béisbol, cuba, fútbol

Cuba tiene temas nacionales para debatir que da gusto. Por suerte no es una nación estática. Muchos que viven en el extranjero piensan todo lo contrario y creo tiene que ver con la tergiversación, a veces ingenua, a veces malintencionada, de nuestra compleja realidad. Todo se sobredimensiona o se hace increíblemente particular, pero lo mejor de ese cuento es que no pocas veces internamente somos los principales responsables de las deformaciones neuronales. Me quiero referir a algo que en estos días me tiene medio encabronado y pienso tiene de lo mundial que de pronto hacemos algo intrínsecamente local.

De niño mi primer recuerdo del fútbol es la Copa Mundial de 1986 en México donde Diego Armando Maradona brilló notablemente. Yo tenía 12 años y recuerdo la pasión de la gente con aquello. No tengo idea de si era la primera vez que se disfrutaba una competencia de este tipo en Cuba, no recuerdo qué pasó con la televisión y los mundiales anteriores. Después, vinieron Italia 90, Estados Unidos 94, Francia 98, Korea-Japón 2002, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. En cada uno de ellos se vivía en Cuba una emoción diferente por esos días que casi era exclusiva para los que aman al más universal de los deportes. En los últimos años, nuestra televisión ha dedicado más espacio al fútbol internacional. Ya no es únicamente cuando hay Copas del Mundo y hay muchos niños y jóvenes practicando este deporte en sus ratos libres y se han convertido además en seguidores de grandes de este deporte como Messi, Ronaldo, Kaka o Xavi. Ese fenómeno no existía en nuestro país de un modo tan masivo como en los últimos años y se debe en gran medida a las oportunidades de conocimiento y acercamiento de la gente a este deporte y sus jugadores. Coincide este período de transición, que no fue de un día para otro, con la entrada de los profesionales a los torneos de beisbol y la caída de los equipos Cuba del primer lugar de cada evento en disputa, debido además a que el espectáculo cubano ha sido descuidado y maltratado por su directivos, lo que ha contribuido a su decadencia. Retiros forzados de atletas sin reserva natural completada o preparada, calendario de demasiados equipos y de número impar de concursantes, juegos diurnos, ausencia de topes y falta de un torneo de primer nivel son ejemplos de decisiones erróneas, comprometidas, ineludibles o retardadas. Aún así, es bueno destacar que el resultado de los equipos nacionales en eventos internacionales luego de la entrada de profesionales no ha sido un desastre, lo que sucede es que después de haber jugado tantos años barriendo rivales para la afición es difícil acostumbrarse a una pelota que no es de uno, dos y tres. Y ha sucedido exactamente lo contrario: cada vez se disfruta menos en televisión de una pelota de calidad pues estos torneos de nivel son muy aislados.

Es así que el fútbol ha ido prendiendo en los más jóvenes de una manera no vista antes y ya empezaron las absurdas preocupaciones de ciertos periodistas deportivos remachadas por mediocres documentales hechos en la capital pero ofrecidos en la televisión para todo el país que atizan los fuegos de una controversia, a mi modo de ver, absurda y descolchonada. Han surgido quienes le temen al fenómeno del gusto por el fútbol en detrimento de nuestro beisbol y lo expresan públicamente en los medios con argumentos que me parecen poco profesionales e inmaduros. Lo primero: hablamos de dos espectáculos muy diferentes y de dos deportes muy diferentes. Los muchachos siguen a futbolistas internacionales porque nuestra liga de futbol dista mucho de tener calidad, eso es cierto, pero no es un fenómeno local. El interés por el Barcelona o el Real Madrid es mundial y se sigue masivamente en otros países donde sí hay buenas ligas de fútbol y mucha más tradición que en el caso cubano. Hablamos de una maquinaria mediática e industrial que mueve millones de euros o dólares o lo que sea y mueve millones de personas en el globo. La liga española ha llegado a ajustar sus horarios para que sus partidos ocupen un espacio estelar nada menos que en China. O sea, es un imperio industrial mediático y deportivo que ha empujado el interés por el fútbol a nivel mundial, no sólo en Cuba.

En este sentido, el beisbol mundial no tiene posibilidad de competencia, queda muerto y batido en la arrancada. Es un deporte menos universal, con menos presupuesto y mucho más desorganizado y dividido en cuanto a sus organizaciones y federaciones, empezando por el simple hecho que conserva la división entre profesionales y amateurs, algo que en el mundo del balón y las porterías no existe. En Europa y África su audiencia es mínima, y en Asia y América es localizada hacia determinadas regiones y determinadas temporadas. Su espectáculo mayor, Las Grandes Ligas estadounidenses distan mucho del rating de audiencia que puede tener un clásico de la Liga Española y no hablemos de una final de Copa del Mundo. Específicamente en nuestro país no son transmitidas ni se ofrecen siquiera resultados de esta que, con sus defectos reconocidos, es la mejor liga de beisbol del mundo. Para Cuba, sencillamente, no existe.

Quisiera expresar mi encabronamiento –segunda vez que uso intencionalmente la palabra- con una idea que en boca de la prensa deportiva he visto por televisión y me desagrada enormemente: no se concibe un joven cubano al que le guste más el clásico Real Madrid-Barcelona que el Industriales-Santiago.

¿Qué somos entonces los cubanos? ¿Gente hecha en serie en una fábrica? ¿Por qué es menos cubano aquél que no le gusta el beisbol?

Ese pensamiento me parece de los años 60 y lo repudio absolutamente. Nadie es menos cubano por su preferencia deportiva. Si, efectivamente, el beisbol es esencia y parte de la nación cubana, no es condición imprescindible de cada uno de sus ciudadanos. La mariposa es la flor nacional y a todas las mujeres no les gusta y no por eso dejan de ser bien cubanas. Lo otro que me parece absolutamente anormal –y tiene estrecha relación con lo anterior- es ese capricho en encasillar y moldear a la gente de una sola manera y no en su diversidad, ese empeño en crear la división entre amantes del fútbol y del beisbol cuando la afición deportiva disfruta de ambos deportes y ese mismo que juega fútbol en la tarde en los terrenos de La Habana va por la noche al Latinoamericano a delirar con los Industriales. Eso de preguntarle a unos niños: ¿A ti que te gusta, la pelota o el fútbol? para luego contar y decir: 4 a la pelota, 2 al fútbol… ¡ok, está bien!, como hizo hace poco Julia Osendi en un material desde Sancti Spiritus me parece otra aberración del fenómeno y un análisis muy superficial sobre la tendencia mayoritaria entre la gente joven a jugar fútbol en detrimento del beisbol, algo que efectivamente se nota mucho en calles, parques y placeres. Otros comentaristas afirman que el beisbol se las tendrá que ver duras en el futuro pues las nuevas generaciones cuando tengan hijos les inculcarán el amor por el futbol y no por el beisbol. Otra idea aberrante. Cada generación vive sus gustos a su modo y que aun padre le guste “algo” –un deporte, una comida, las mujeres- no quiere decir que pueda empujárselo al descendiente. Ejemplos, se sobran. Tengo amigos que son padres y fanes al futbol y a sus hijos varones no les interesa en lo absoluto. Si fuese esa una lógica a seguir: cuántos hijos de peloteros estuvieran jugando en Series Nacionales? Si ese razonamiento tuviese lógica, serían miles de casos y casi que se pueden contar con los dedos de una mano.

¿Cuál es el drama con que la gente joven juegue y siga el fútbol? No estamos hablando de boxeo profesional, ni de carreras de caballos, ni de peleas de gallos ni de corridas de toros. En este fenómeno hay un componente económico importante, aparte de la ola mundial de locura futbolística: es más barato comprar un balón entre todos que comprar guantes, pelota y bates. Pero yo añado más ventajas que tiene el fútbol sobre el beisbol y que jamás este último podrá superar. Ya dije que es más económico, pero además es más adaptable: se puede jugar fútbol en casi en cualquier espacio y la pelota no tiene que ser de primer nivel. Lo pueden jugar personas de diferentes edades y sexos y todos ellos, toquen o no el balón, tengan o no más dominio técnico, se ejercitan al menos corriendo de una lado a otro de la cancha. Es un deporte que favorece el trabajo en equipo y la colaboración y puede causar menos accidentes a personas y objetos ajenos pues un balón de futbol es mucho menos agresivo y está más controlado que una pelota de beisbol en vuelo.

Jamás la pelota superará en ventajas al más universal de los deportes y luchar contra su apogeo me parece vanal y tonto. Al contrario, hay que aprovecharlo para el bienestar físico y las tan comentadas, masticadas y balbuceadas opciones de sano esparcimiento. Es un deporte al alcance de todos que favorece el ejercicio al aire libre de manera continua y disfrutable. Si entre nuestro pueblo aumentan sus seguidores y practicantes solo se obtendrán beneficios. Por otro lado, creer que alguna vez el Latinoamericano o el Guillermón estarán vacíos porque a los cubanos ya no les gusta la pelota es cosa de risa, la verdad. Cuba fue casi la primera colonia española en América y la última en liberarse y el fútbol no es el deporte nacional o de mayor audiencia y nunca lo será porque la pelota está en el alma de la nación aun sin haberse transmitido en 50 años un solo juego de la mejor liga profesional del mundo, privilegio que sí ha tenido el fútbol.

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Un déja vu deportivo

02 jueves Feb 2012

Posted by camarero in me pasó

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balón, fútbol, preuniversitario, universidad

Era el primer día de 10mo grado.

Pertenecíamos a un pre de ciencias exactas becado en el campo, de esos típicos que son dos bloques, uno docente y uno de dormitorio, unidos por un pasillo aéreo. Se trataba de un preuniversitario con un régimen de disciplina estricto donde no era nada bueno dárselas de “destacado” y eso todos lo teníamos muy claro. Las clases habían terminado en el estreno y bajé en short y pullover a las áreas deportivas a ver qué encontraba para hacer. No pasé por la cátedra de educación física donde prestaban pelotas de varios deportes para la recreación porque nunca he sido muy abierto comunicativamente y preferí unirme a un grupo que jugaba con una pelota ya pedida. Las áreas deportivas quedaban detrás de la escuela, habían dos canchas de baloncesto, dos de volley, un gimnasio a medio terminar y una pista. En las zonas más cercanas a la escuela habían unos bancos y la iluminación era basada en esas luminarias muy conocidas en la Cuba de los 80 y 90 que eran unos faroles con base de hormigón, poste de hierro de unos 3 metros y un invertido cilindro trunco de cristal que cubría la lámpara. Nadie se conocía, solamente existían tímidos vínculos por ser algunos del mismo municipio o por haber coincidido en alguna competencia docente alguna vez, como el caso del post anterior. Las afinidades comenzaban entonces a descubrirse e identificarse.

Yo lo conocía precisamente por experiencias de ese tipo. No sabía ni a qué escuela de mi ciudad pertenecía. Nos veíamos solamente cuando había un concurso municipal y provincial, intercambiábamos criterios y cada cual cogía su rumbo. Se trataba de un tipo de piel blanca, bajo de estatura, peladito bajito, ojos azules, inseparable de sus espejuelos y que cuando vestía normalmente no tenía nada que ver con el mundo deportivo. Imagínenlo entonces vestido con short y pullover para “hacer deporte”. Pues aquel personaje se aparece allí, nada más y nada menos que con una pelota de volley en sus manos. Después nos contó que él buscaba una de fútbol, pero se habían acabado y aceptó otra. Como llegó un poco tarde, ya todo el mundo estaba asociado a algún grupo y él no tenía a nadie para compartir su pelota y tampoco iba a regresarse a devolverla para luego unirse a un conglomerado social, eso hubiera significado un gran problema comunicacional y de relaciones para un primer día de clases en aquel lugar. Así que mi futuro amigo, en ese momento solamente alguien que conocía de vista, no tenía otra alternativa que jugar solo y demostrar su experiencia en el mundo del ejercicio físico. Tomó la pelota de volley entre sus manos, extendió los brazos hacia delante, la dejó caer y le soltó un soberbio puntapié. La pelota voló violentamente contra un farol de los antes descritos y lo golpeó bruscamente. El cristal milagrosamente no se quebró a pesar de haber recibido un esplendoroso balonazo. La pelota no había tocado el piso y ya la atención de toda la escuela estaba en él, que conservaba todavía sus manos extendidas hacia delante. Hubo risas aisladas, porque nadie lo conocía y nadie sabía lo que podía pasar debido al reglamento estricto del centro. Por suerte para él, ningún profesor lo supo y el hecho no tuvo otra relevancia que ver a un tipo blanco ponerse todavía más blanco. Luego, cuando el curso avanzó, varias veces le recordábamos el momento y así aprovechábamos para poder reírnos abiertamente como aquel día, por precaución, nadie lo hizo.

Era el primer día de la universidad.

Las clases habían terminado en la mañana y por la tarde teníamos educación física, pero era a media tarde y estábamos en mediodía. Así que decidimos ir al gimnasio a matar el tiempo deportivamente. Me acompañaban amigos del preuniversitario que como yo habían pasado “directo” a la Universidad, lo que significaba no intercalar el servicio militar entre el preuniversitario y la carrera alcanzada. El gimnasio era un bello edificio, con grandes paredes de hormigón y a una altura como de 5 metros estas paredes continuaban con una cristalería de persianas miami hasta donde empezaba la cubierta. Al lado estaban las taquillas y unos baños muy amplios. Fuimos y nos cambiamos de ropa. Alguien nos dijo que dentro del gimnasio había un local donde prestaban pelotas de diferentes deportes. Íbamos con ese ánimo y cerca ya de la puerta que nos llevaba al tabloncillo de basket cuando sentimos un estruendo y al mirar hacia arriba vimos caer rota la cristalería por una pelota que las había golpeado desde el interior del gimnasio. Pedazos de persianas cayeron hacia la acera exterior haciendo un ruido tremendo pero la bola había rebotado nuevamente hacia adentro. Mas bien tranquilos porque nadie podría echarnos la culpa pues estábamos fuera aún cuando todo sucedió, llegamos a la entrada y miramos curiosos hacia dentro para ver quién o quienes habían sido los desafortunados que habían roto la cristalería del gimnasio precisamente el primer día de clases de la Universidad. Aquello parecía una escena surrealista. Nosotros éramos todos del mismo preuniversitario y en medio de los cristales rotos que habían caído hacia dentro también junto a la pelota, estaba él, con su pinta de intelectual, pelado bajito, ojos azules y más pálido de lo normal. En sus manos, la pelota, que al caer había venido directamente hacia sus manos. Recuerdo que habían otras personas allí, pero solamente él entendió la exclamación que espontáneamente salió de nuestro grupo, antes de morirnos de risa: ¡Pero tú otra vez! Luego nos contó que estaba pateando contra la pared y que un rebote le quedó, según sus palabras textuales, como una tentación para hacer un gran despeje de puerta, refiriéndose al mundo del fútbol, evidentemente. Bueno, pues terminó despejando un déja vu.

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