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El Café de Nicanor

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El Café de Nicanor

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Desde esta luneta de cine – 6 y final

06 martes Mar 2012

Posted by camarero in emborronando

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cine, hable con ella

No soy muy amante del teatro, no es lo mío, pero el argentino no es bobo y me entró por el lado débil. Convenció primero a Rosa para ir al estreno de esta obra en el cineteatro que queda a dos cuadras del antiguo apartamento de Benigno. En aquella nota póstuma se lo cedió a Zuluaga diciéndole que le dejaba la casa que había preparado para Alicia y para él. Marcos se mudó para allá y no cambió la decoración que estaba comenzada, más bien terminó todo el estudio de diseño que Benigno tenía bastante bien concebido y dejó dibujado en línea de deseo. Lo ayudé con algunas sugerencias a continuar sobre la misma idea interrumpida. Así que para no matar el entusiasmo de Rosa accedí y estoy en esta luneta de cine, viendo una obra de teatro y sintiéndome realmente confundido. La vida es una ruleta rusa que de golpe nos suelta un disparo, a veces cruel, a veces dulce y otras ni se sabe que es lo que se nos viene encima.

En el entreacto fui al baño. Cuando salí iba a admitirle a Zuluaga que no me aburría tanto el teatro como yo pensaba pero Rosa me esperaba afuera y me cortó el paso. Le iba a replicar qué rayos le pasaba pero seguí con la vista hacia el lobby de entrada y descubrí a Zuluaga en una butaca y en otra enfrente nada más y nada menos que a Alicia Roncero. Ella sonreía. Me quedé paralizado. Por momentos perdí la conexión con el hecho de que todos la conocíamos a ella y ella no sabía quién era nadie de nosotros. Una señora que alguna vez vi en el hospital interrumpió nerviosa la conversación que tenían y se llevó adentro a Alicia. Él se fue tras ella pero al entrar en la platea, la señora lo abordó y hablaron algo, muy brevemente. Rosa me dijo que esa era la profesora de baile de Alicia que la quería como si fuera su hija y la visitaba mucho cuando estaba en coma. Ahora la ayudaba a reponerse física y psicológicamente.

Zuluaga estaba dos filas delante de Alicia Roncero. Me le senté al lado rápidamente. ¿Qué te dijo? ¿Qué hablaron? Nada, no hablamos nada. Argentino, deja el cuento que la vi sonriéndote, no te hagas. Ella me preguntó si estaba bien porque cuando la vi sentarse cerca me impresionó. Yo le di las gracias, nada más. ¿Y qué quería la vieja? Saber si le había revelado algo de lo sucedido. ¡Ah ya! Sé que no le dijiste nada, tú no eres tan imbécil. Hay una sonrisa sutil en los labios de amigo que se niega a borrarse y un brillo inusual en sus ojos. La obra sigue en su segunda parte. Marcos se vuelve a Alicia. La mira, ella le sonríe, él le corresponde y vuelve a ocupar la posición normal. Se ve feliz, ella también. Lo miro a él, la miro a ella. El destino es un hijo de puta y los caminos a la felicidad son a veces demasiado torcidos. Estoy asombrado, sorprendido. ¡Los veo y no sé qué decir! Y siento yo también un extraño regocijo que tampoco sé explicar.

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Desde esta luneta de cine – 5

02 viernes Mar 2012

Posted by camarero in emborronando

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cine, hable con ella

El primer impulso de Zuluaga fue contarle a Benigno que Alicia había salido del coma. Teníamos concertada una cita con un abogado amigo mío que había accedido a tomar el caso de su defensa y estaba intentado reunir todos los elementos. Marcos, sabes que siempre sospeché mal de Benigno aunque te caía muy bien y al menos estarás de acuerdo conmigo en que no se comporta normalmente, lo que hizo lo prueba. Decirle que Alicia vive puede llevarlo a cometer una locura en la cárcel, él sigue obsesionado con ella. Además eso no cambia nada para el juicio, no es un atenuante. Mejor, espera a conversar con el abogado, vamos a ver qué ha podido averiguar él y qué considera que sea lo mejor desde su punto de vista. Si yo estuviera en tu lugar, no le diría nada a benigno antes de hablar con él. Lo acompañé a las oficinas del bufete pero no subí. Al regreso me contó lo que el abogado ya sabía. El feto nació muerto, era un varón. Luego del parto Alicia empezó a recuperar los signos vitales. El padre había decidido que nadie le contara cómo había despertado de un coma de 5 años y ese deseo se había respetado, así que ella lo ignoraba todo. Como Marcos era incapaz de hacerlo, el abogado se ofreció a mentirle a Benigno bajo promesa de que nadie revelaría la verdad. Si ella no sabía lo ocurrido antes de despertar, él no sabría lo ocurrido después.

A los pocos días fuimos a visitar a Benigno. Ya sabíamos que el abogado le había dicho lo acordado. Llovía mucho ese día y me hizo recordar aquel del accidente de Lidia. No dije una palabra en todo el viaje. Como siempre, me quedé en el auto esperando. Esta vez Marcos salió muy triste de la visita. Benigno estaba como ido, gris. Miraba las gotas de lluvia correr por los cristales de las ventanas del recinto. Al menos Alicia sigue igual después del parto. Es lo único que me da consuelo y me da esperanzas, le dijo a Marcos. Todavía seguía pensando y confiando en que ella podría despertar alguna vez. Al regresar a casa caía ya la noche y seguía el presagio del mal tiempo.

Logró planificarlo todo para que nadie pudiera impedírselo. Como al fin y al cabo era un tipo tranquilo y responsable, lo habían dejado ayudar en la enfermería. Sabía de medicamentos y tenía mucha experiencia en el manejo de pacientes. Se robó las pastillas suficientes. Su intención era quedarse en coma como Alicia y así lo dejó dicho en una última nota para Marcos que hizo antes de tomarse aquel coctel. No quería vivir en un mundo en donde no estuviese ella y donde no le permitían tener consigo su pinza del pelo. Se refería a una pinza que le habían incautado cuando fue arrestado y que llevó consigo hasta la cárcel. Allí se la habían quitado. Donde quiera que me lleven ven a verme y habla conmigo. Cuéntamelo todo, no seas tan hermético. Hasta siempre, amigo mío.

Entre Zuluaga y yo nos encargamos de su funeral. Nos permitieron vestir al cadáver. Fui a la casa y tomé de su armario lo que me pareció más adecuado. Me impresionó la gran foto de Alicia que Benigno tenía en la pared de su cuarto. Abrí el balcón y me paré en el mismo lugar donde había empezado todo, cuando alguna vez él la había visto bailar en el salón de enfrente. Mientras tanto, la administración de la cárcel le entregaba a Marcos las pocas pertenencias que tenían de Benigno, entre ellas, una pinza para el pelo que evidentemente fue de Alicia. Decidimos enterrarlo con una foto de su madre a la que cuidó solo hasta la muerte de ella, una foto de Alicia y en su mano engarzamos aquella simple pinza plástica para que lo acompañara por toda la eternidad. Cedí un espacio en el panteón de mi familia porque no quería que después de muerto siguiera siendo un marginado. Únicamente Marcos y yo estuvimos en su entierro. Cuando la tumba se cerró me retiré para que pudiese dedicarle sus últimos pensamientos en paz. Me sorprendió que aquel que no hablaba con su novia en coma porque le parecía absurdo se sobrepusiera al imposible y cumpliera con su palabra hablando con él, no siendo tan hermético como le este le había pedido antes de partir. Benigno, soy yo. Alicia está viva. Tú la despertaste.

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Desde esta luneta de cine – 4

28 martes Feb 2012

Posted by camarero in emborronando

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cine, hable con ella

Del accidente de Lidia y todo lo relacionado con el hospital lo mejor que había sacado fue una relación con una enfermera de la sala, se llamaba Rosa, una cuarentona que se conservaba muy bien. Era parte del equipo que cuidaba a Lidia. Un día llegó muy pálida a mi casa con una noticia me conmocionó: Benigno había violado a Alicia y esta estaba embarazada. Lo habían descubierto por el atraso de la menstruación que ya llevaba tres meses de ausencia, al hacerle los chequeos se descubrió todo. Se había abierto una causa judicial contra Benigno. ¡Qué hijo de puta! ¡Cojones! ¡Se lo dije mil veces a Zuluaga y no me hizo caso, que ese tipo era muy extraño! Me encabroné de verdad. Al final tuve que contenerme, Rosa estaba consternada pero había sido compañera de trabajo de Benigno por años. Me alegré que Marcos estuviese lejos, sino se involucraría tratando de ayudarlo en lo posible, se pasaba de comprensivo y tolerante algunas veces. Al mismo tiempo, no me sentía comprometido ni presionado a hacer algo por aquel miserable solamente por ser solidario con Zuluaga. Al menos por ahora me libraba de ello. Agradecí también estar en Cuba y carecer de medios de comunicación. Sin internet, email internacional ni celular Marcos no podía cuestionarme el que no le hubiese dicho lo de Benigno. Lo supo de la peor manera. Antes de irse, en otra muestra de civilización, le había dado al Niño el número de su móvil por si sucedía alguna novedad. A los ocho meses de caer preso Benigno, murió Lidia. Yo estaba en la funeraria cuando entró la llamada de Zuluaga. Preguntó por todos y Rosa le contó lo sucedido con su amigo enfermero. Yo no pude hablar. Todavía no me explico por qué la muerte de Lidia me entristeció tanto y el teléfono me deja siempre muy vacío, me gusta la gente cara a cara. Hice un gesto que Rosa tomó en el aire y me justificó de alguna manera.

De todos modos, Marcos intercedió por Benigno. Es verdad que no tenía a nadie que le echara una mano. Ninguno de sus antiguos compañeros de trabajo del hospital se atrevía siquiera a visitarlo después de lo que hizo. Dos semanas después estaba yo, con un chofer de alquiler, camino al aeropuerto a recoger al amigo que me había alegrado ver partir. Al otro día, a primera hora, después de una noche en que no dormimos de ponernos al día, lo acompañé a visitar a Benigno a la cárcel. Yo te llevo, pero me quedo afuera. Estuve dos horas esperando, no sé si por ser extranjero, fueron condescendientes con Zuluaga y le permitieron un rato más con Benigno. El tipo estaba desesperado, según me contó al salir. Quería saber qué había sucedido con Alicia pues ya habían pasado los 9 meses. Marcos, tú sabes que yo ahorita llevo un año y medio con Rosa, eh? Ella debe saber qué pasó con Alicia, pero yo no me he sentido capaz de hacerle esa pregunta, es algo muy delicado. Al menos yo, no tengo valor para hacerla. No tuve que decir más, conociéndolo como lo conozco, él tampoco era capaz de preguntar. Estábamos metidos hasta el cuello en una situación comprometida. Él por el pobre infeliz y yo por él. Eran sentimientos de compasión que se extrapolaban a través de los lazos de amistad, sin importar ya si eran comprendidos o incomprendidos. Fui con él a casa de Benigno. Como no tenía dónde quedarse, este le había ofrecido su casa, ahora abandonada. Llevaba mucho tiempo cerrada, lo dejé allí y me fui enseguida porque había quedado en llevar a Rosa a su turno de la noche.

Estaba ya en casa, sentado ante el televisor comiendo viendo un juego de pelota cuando sonó el teléfono. Era Zuluaga. Oye ¿estás sentado? Estoy sentado y con la boca llena. Voy a decirte una bomba: Alicia está viva. Marcos, yo siempre te dije que para mí estar en coma era estar medio muerto. No me estás entendiendo, está viva, la vi esta tarde desde el mismo balcón que la veía Benigno. ¿Cómo va a estar viva, compadre? ¿Tú estás seguro que era ella? Absolutamente, vino el padre a recogerla, ella andaba con muletas porque sus músculos aún se están entrenando, acuérdate que llevaba como 5 años en coma. En este punto ya me quedé en silencio, pensando. Ninguno de los dos sabíamos nada de medicina ni de pacientes en coma, pero algo era evidente: el embarazo había sacado a la muchacha del letargo. Iba a preguntarle qué pasaba por su mente, pero inconscientemente mi pregunta cambió, ya dije que estábamos metidos hasta el cuello. Zuluaga… ¿qué coño hacemos ahora?!

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Desde esta luneta de cine – 3

20 lunes Feb 2012

Posted by camarero in emborronando

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cine, hable con ella

Así fueron las cosas por un tiempo hasta que me sorprendió una noticia: mi amigo se iba de viaje. Lo lamenté porque ya le había tomado cariño al muy cabrón y él no me había contado que planeaba irse. El despunte lo dio el Niño. Y Lidia también, al fin y al cabo. Resulta que habían vuelto a espaldas de Zuluaga y ella había decidido contárselo cuando tuvo el accidente. Conmocionado, el Niño estuvo tanteando a Marcos al otro día, cuando lo noté ciertamente tocado por el hecho, intentando saber si ya Marcos lo sabía, pero concluyó que Lidia no tuvo tiempo. Estos meses que ella había pasado en coma habían sido muy duros para todos y al final se llenó de valor y le contó a Zuluaga lo que ella no había tenido tiempo de contar. Mi amigo otra vez estaba solo aunque momentos antes su compañía fuera una paciente en coma y fue como si todo el cansancio cayera sobre él de una vez y por todas. Necesitaba alejarse y por eso se iba. Junto a ella estaba ahora quién más la necesitaba y sencillamente, se apartaba del camino humildemente. Le pedí un favor: que me permitiera llevarlo al aeropuerto el día que se fuera. Él aceptó, así al regreso me encargaría de dejar su auto en la sede de prensa del periódico.

Partió el próximo fin de semana. Iba para Colombia, luego a Brasil a ver a unos colegas y de ahí a su país, prometió llamarme por teléfono cuando pudiera. Se veía preocupado. Resulta que cuando se despidió de su amiguito el enfermero tuvieron una conversación muy extraña. Quería casarse y nada más y nada menos que con la chica en coma: Alicia. Ya la etapa de sentir genio había pasado y Zuluaga lo que estaba ahora era preocupado, muy preocupado por Benigno. Si le decía a alguien del personal aquella aberrante idea podría tener graves problemas en el hospital. Yo conducía en silencio pero por dentro de mí llovían las palabras. ¡Coño! ¡Yo te lo dije, que ese tipo era muy extraño! De nada valía ahora estrujarle eso a la cara, al fin y al cabo nuestra amistad funcionaba así. Al desahogarse conmigo estaba reconociendo que mis sospechas tenían algún fundamento o al menos parte de razón. No hacía falta remachar en el hecho. Y resulta que para hacerlo todo más complicado, reconoció que a él también le gustaba Alicia a pesar de lo morboso de la idea, lo que como toda persona normal entendía que era un vegetal. Un lindo vegetal y nada más.

Cuando parecía estar cerca de la pareja que lo haría feliz, esta tiene un accidente y cae en coma. Luego descubre que ella le estaba pegando los tarros, así que las cosas no eran tan perfectas y había sido otra vez víctima del desamor y del engaño a pesar de haber apostado nuevamente al amor. Establece vínculos con un enfermero que como él acompaña a una mujer en estado semejante y ahora, día antes de él partir, le dice que quiere contraer matrimonio con la paciente a su cuidado de la que el mismo Marcos se siente prendado, quizás por asociación de sentimientos, quizás por sentirse no tan desamparado ante la noticia de la traición consumada. Cuando chequeó su pasaporte, me miró tras la línea amarilla infranqueable y con lágrimas en el rostro desapareció tras la puerta de salida al salón de espera. Ayudarlo a alejarse de todo me reportó una triste satisfacción. Era lo mejor que podía pasar.

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Desde esta luneta de cine – 2

16 jueves Feb 2012

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cine, hable con ella

Meses después, Marcos me hace una propuesta algo extraña: iba a la boda de Ángela y me preguntó si quería acompañarlo. No entendí cómo con lo metido que estaba con ella hasta hace poco, iba de invitado a su boda y lo aceptaba normalmente. Pensé que a lo mejor era una prueba de que ya estaba curado. Al menos yo, no me imagino en la boda ninguna de mis ex. Seguro tiene que ver con eso que dicen de que los hombres de afuera son más civilizados que los cubanos en las relaciones personales. Me hubiese gustado ir para tomarme unas cervecitas y ver por mí mismo la reacción del argentino ante su vieja pasión vestida de blanco pero casualmente tenía un asunto de trabajo en otra provincia que no podía evadir. Estuve todo el día siguiente fuera y regresé bien tarde porque el viaje resultó demorado más de lo normal debido a un frente frío de esos que trae mucha agua intermitente y complican la carretera. Al llegar a casa, cansadísimo y con ganas de acostarme, sonó el teléfono. Era su voz. Mi amigo –me dijo, con una voz gris y ahogada- Lidia tuvo un accidente. La atropelló un auto que perdió el control con la calle mojada. Bajé las escaleras de mi casa y confieso que por unos minutos, actué incontrolablemente. Salí corriendo, como si así pudiese llegar al hospital. Ahogado, me di cuenta que era imposible. Afortunadamente, pude coger una guagua que paró fuera de sitio. Llegué mojado y atribulado. Enseguida me puse al tanto de los detalles con una enfermera. La situación era grave y ella estaba inconsciente. Mi amigo estaba igual: destrozado. Que le pasen estas cosas a la gente que quiero, me encabrona. Aunque no comparta los sueños de otros, me jode que se malogren. Yo, que normalmente encuentro siempre las palabras, en casos como estos no sé qué decir. Estuvimos callados toda la madrugada en el salón de espera de intensiva. Al otro día supimos que su vida no corría peligro inminente pero estaba en coma, ese estado médico que para mí es como estar medio muerto. Al mediodía, Zuluaga tuvo una conversación con el doctor que la atendía. Antes había estado allí el Niño, y tengo que reconocer que lo sentí dolido y eso me extrañó un poco. Era un tipo duro y lo noté flojito, la verdad. Lo que habló con Marcos, no lo supe porque me fui a una terraza a fumar un cigarro como pretexto para dejarlos solos.

Los primeros días después del accidente no abandonaba a Lidia ni por un momento como si la posibilidad de que despertara fuese lo que debía suceder. Nunca le dije nada pero aquello no tenía sentido mantenerlo. Lidia podía estar así meses, años, toda la vida y él tendría que seguir la suya. Pero me sentía incapaz de hablar del tema, simplemente esperé que las cosas cayeran por su propio peso y me mantenía atento para apoyarlo a la primera evidencia de toma de decisión. Tardó un mes en empezar a trabajar, pero seguía pasando en algún momento del día por el hospital. Había hecho allí una amistad singular con un enfermero que atendía casi exclusivamente a otra mujer que también estaba en coma en la misma sala que Lidia y casualmente debido a traumas de un accidente de tránsito. Un día que fui con Zuluaga a la visita, me presentó a Benigno. No sé qué cosa rara le noté, pero me pareció medio pajarón y se lo dije a Marcos. Me dijo que no se lo notaba mucho y que era muy buen profesional y que eso a él no le importaba tanto. Atendía exclusivamente a Alicia porque ella padecía problemas de presión y otros desajustes hormonales que Benigno había aprendido a manejar con prontitud y eficacia. Ellos habían encontrado en temas como la literatura, el teatro y el cine temas de conversación, incluso alguna vez fueron juntos a ver alguna película. Le dije que un cubano que pasara tanto tiempo con un enfermero e incluso alguna que otra vez salieran juntos, sería catalogado de maricón al momento. Vos mismo lo has dicho… un cubano… yo soy argentino. Me hizo la historia de Benigno y Alicia. Resulta que ella era alumna de una escuela de baile que quedaba frente a su casa. Él por esa época se ocupaba de su madre que estaba convaleciente y a ratos la veía bailar por la ventana. Una vez incluso la siguió después de clases solo por saber dónde vivía. De repente, Alicia dejó de venir durante toda una semana al salón de baile. Benigno fue por su casa pero no pudo averiguar nada y no se atrevió a preguntar. Cuando volvió a verla fue ya en el hospital y la colocaron en su sala sin que mediara su influencia, al parecer era verdad que era bueno en su trabajo y tenía prestigio merecido. De eso hacía cuatro años y en todo ese tiempo la había atendido incluso en horas extras. Hablaba con ella a pesar de que estaba en coma y le contaba todo lo que hacía o leía o veía. Decía que el cerebro de la mujer es un misterio y que nadie podía asegurar a rajatabla que no podía escucharlo a pesar de estar en estado vegetativo. Todo eso me ratificó la idea de que era un tipo muy extraño y no me convenció de que no era maricón aunque evidentemente estaba obsesionado con Alicia.

Visitar a Lidia en intensiva no me agradaba y encontrarme con aquel tipo que tan bien se llevaba con Zuluaga y que tan mal me caía acabó de ponerle la tapa al pomo a mi aversión por el hospital. Siempre encontraba una excusa para no ir, pero me mantenía al tanto de su estado. No sentía celos de él porque realmente encajaba más en el esquema que tenía Marcos para sus amistades, gente culta, soñadora, inteligente, responsable. Yo he sido una excepción en su estrecho círculo de confidentes. Siempre con mal carácter, pero nunca falso o voluble. Y así se lo dije: Los hospitales me deprimen y el maricón me cae mal, por eso prefiero que me hables de ella antes que visitarla.

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