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El 20 de agosto de 1977 un cohete Titán-Centauro despegó desde Cabo Cañaveral y otro lo haría dieciséis días después. El primero llevaba la sonda Voyager 2 y el segundo la Voyager 1 con una misión muy especial: estudiar los planetas exteriores del sistema solar. Anteriormente, las sondas Pioneer 10 y Pioneer 11 habían abierto ese camino pero ahora se trataba de algo mucho más ambicioso.
El proyecto pretendía aprovechar la asistencia gravitacional al acercarse lo suficiente para absorver parte de la velocidad orbital de cada uno de ellos, algo así como saltar con empuje de uno al otro. Esa intrepidez podía planearse por una alineación que ocurre solo cada 176 años. Los científicos de la NASA habían corrido a presentar su propuesta al presidente Nixon y este les dijo que hicieran dos planetas: Júpiter y Saturno. Regresaron con esa autorización pero mantuvieron la intención y el secreto de alcanzar también Urano y Neptuno. Así empieza The Farthest, el fantástico documental de Emer Reynolds, que narra toda la epopeya que fue la preparación, el lanzamiento y luego la recepción de los datos del viaje de estas dos sondas.
Antes de las Voyager, el conocimiento sobre nuestros mayores compañeros en el sistema solar era muy vago. ¿Cómo eran sus atmósferas y sus lunas? Se sabía que eran gigantes gaseosos, cuáles eran sus satélites principales pero no mucho más que eso. Era muy difícil captar más información a través del lente de los telescopios, así que esta era la oportunidad de recibir información única. Los despegues fueron tensos y casi milagrosos y prácticamente solo quedaba esperar para ver si las sondas eran capaces de soportar lo previsto y lo imprevisto. En enero de 1979 la Voyager 1, a pesar de haber sido lanzada después, llega al encuentro de Júpiter y empieza a enviar cada 45 segundos la mejor imagen que hasta ese momento teníamos de él. Los privilegiados que estaban en aquella sala de recepción podían, en tiempo real, ver y vivir esa experiencia única pues no existía toda la infraestructura de internet, televisión y transmisión de datos que tenemos hoy.
Júpiter brindó varias sorpresas y sus satélites Europa y Io rompieron la creencia de que las lunas seguramente serían aburridas y comunes. Reveladora la anécdota contada por Linda Morabito al encontrar un suceso espectacular en Io y confesar que antes de saber qué era ya estaba segura que era algo que nunca se había visto y luego ese orgullo simple pero al mismo tiempo cierto, de que fue la primera persona en ver evidencia de algo que hasta ese momento sólo era atribuido a La Tierra en nuestro sistema solar. O la responsabilidad que le estaban poniendo encima a Candy Hansen-Koharcheck porque había roto la cámara cuando se trataba en realidad de otro hito fotográfico y científico. Esos detalles hicieron sentir a los creadores de esta epopeya que los resultados iban a ser sencillamente, sensacionales.
En Saturno, la Voyager 1 se despidió de los planetas para seguir su rumbo al infinito mientras la Voyager 2 la relevaba pasando muy cerca de los conocidos anillos. Urano, ese desconocido total hasta ese instante, con su extraña manera de ser y estar, provocó que hubiese que dejar sus lunas más grandes para aprovechar su velocidad orbital y alcanzar Neptuno, pasando muy cerca de Miranda, una luna menor, pero ese azar deslumbró ante lo inusual de este satélite que hubiese sido obviado en otro caso. Lamentable e irónicamente el día de la conferencia final sobre los descubrimientos en Urano coincidió con la tragedia del Challenger y en la memoria de todos quedaban las imágenes del planeta que iba de pasada con la explosión del transbordador. Luego Neptuno traería nuevas y agradables sorpresas que harían entender que la batalla científica tiene momentos de profunda tristeza y momentos de júbilo rotundo.
El impacto de The Farthest es el conjunto de emociones que reviven los que lo cuentan, que fueron los mismos científicos que lograron esta proeza hace 40 años y todos son ancianos, sin embargo, otra vez lloran, ríen, se asombran, se asustan, demostrando que la ciencia no es un terreno libre de los más genuinos sentimientos y al hacerlo tan abierta y sinceramente, conmueve. Aunque el tema son dos sondas que están viajando en el vacío resultado de la más grande misión espacial alguna vez intentada, el tema también somos nosotros. Las Voyager cargan con un disco de gramófono hecho de oro con sonidos e imágenes de la diversidad de la vida en nuestro planeta. Fotos, música y saludos en 55 idiomas viajan ahí. Cuando nuestro Sol se convierta en una gigante roja y absorva lo que quede de la Tierra, si bien antes no la destruímos nosotros o si ella está desolada porque los humanos la hicieron inhabitable, todavía estarán por ahí, volando, llevando la prueba de que alguna vez ocupamos un lugar en lo insondable. No le preguntaría a nadie si le interesa la astronomía para sugerirle este documental, le preguntaría si le interesa la poesía.
Guión y dirección: Emer Reynolds
Con declaraciones de: Frank Drake, Carolyn Porco, John Casani, Lawrence Krauss, Timothy Ferris, Edward Stone, Nick Sagan, Larry Soderblom, Charley Kohlhase, Fran Bagenal, James F. Bell, Frank Locatell, Suzanne Dodd, Jon Lomberg, Heidi Hammel, Candy Hansen, Andrew Ingersoll, Dave Linick, Fernando Peralta, Linda J. Spilker, Tom Spilker, Janet Sternberg, Amahl Drake