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El Café de Nicanor

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El Café de Nicanor

Archivos de etiqueta: niños

Cuba, los niños y la gente que va y viene

22 viernes Abr 2016

Posted by camarero in pequeñas r(i)flexiones

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comité presidencial para las artes y las humanidades, cuba, dave matthews, estados unidos, la habana, niños

cubanitosEn una ocasión leí un extenso texto de un cubano emigrante donde decía todo lo que extrañaba de este país. Se notaba que era una reflexión hecha al paso del tiempo y en base a nuevas y reveladoras experiencias. No era pesimista ni catárquico, sino muy criollo y sobre todo, muy honesto. De ese escrito, que iba desde gorriones espirituales a gorriones materiales solo recuerdo una frase que demostraba ser el resultado de un choque personal que derivaba en un gesto reflexivo resultado de una comparación que solo pudo hacer viviendo afuera. El autor confesaba: “Extraño ir por la calle o estar en un parque y pasar la mano por la cabeza de un niño que allí pasea o juega y que nadie piense que soy un pederasta.”

Ayer terminó una fructífera visita del Comité Presidencial para las Artes y las Humanidades de los Estados Unidos de América a La Habana. Los implicados no se han limitado en palabras de elogio hacia las diversas manifestaciones de la cultura nacional con las que pudieron intercambiar y con el sistema de enseñanza a diferentes niveles. El guitarrista Dave Matthews, ganador del Grammy fue un poquito más allá y en pocas palabras habló de otro sentir emocional producto de un choque personal con la nueva realidad circundante. Dijo sentirse muy seguro en la capital cubana al punto que dejó que sus hijos de 8 y 14 años anduvieran a pie solos en la calle. “Es muy raro…” añadió. “… Y me encanta!”

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Intercambio

21 jueves Ene 2016

Posted by camarero in me pasó

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abuelos, cubanos, elián gonzález brotons, niños

intercambio

Año 2000. Todos los días tomaba el mismo camino a mi trabajo y atravesaba un barrio de gente sencilla, de esa que vive su día a día de manera más simple. Cada mañana me encontraba a un negro viejo, gordo y silencioso sentado en una acera. Parecía un Buda de ébano, mirando a los que pasaban en silencio. Esa era la rutina diaria de aquel hombre, disfrutar viendo ese ajetreo mañanero típico de cada despertar. Pero surgió de pronto una novedad: su nieto empezó en la escuela y con transgresora alegría, sin pañoleta aún por su preescolar recién estrenado, lo molestaba en su meditación matinal. Le alaba las orejas, le hacía cosquillas, le tiraba de la camiseta y aquel negrón se sentía realmente asediado. No podía pensar en responder al ataque de un infante tan hiperactivo con sus libras de sobrepeso sentadas en la acera… no podía pensar en responder y tampoco podía pensar en huir. Estoicamente aguantaba las travesuras sin fin del pequeño.

Cuba vivía en ese momento el apogeo del reclamo de regreso de Elián González, injustamente retenido por familiares menos allegados en la ciudad de Miami luego de sobrevivir a una trágica operación de tráfico de personas en el Estrecho de La Florida. Los acontecimientos conmovían las fibras más elementales de humanidad y cohesionaba a todos en torno a la decencia. El lema “Devuelvan a Elián” estaba estampado en carteles, pegatinas, ropa y se gritaba en marchas delante de la en ese instante Oficina de Intereses de los Estados Unidos. Esas tres palabras eran sentimiento compartido que no dejó indiferente a nadie ante aquel papá que quería a su hijo consigo. Cuba fue esas tres palabras por un tiempo. Y así, como mismo, representaban algo tan serio, en la boca de aquel abuelo gordiflón atacado por todos los frentes, me hicieron sonreir en su reutilización ingeniosa, criolla y jaranera:

– ¡Devueeeeelvan a Elián!… ¡Y llééééévense a Yosbel!…

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Tus niños y los míos

06 miércoles Ene 2016

Posted by camarero in me pasó

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barack obama, bloqueo económico, cáncer, cuba, estados unidos, genocidio, niños

barack obama y el llanto

Hay tanta palabrería circundante, repetitiva y viciada que cuesta escribir lo que se siente sin el temor a que sea catalogado el discurso –no uno, que al fin y al cabo, es nada- como otro más que se recicla. Vueltas y vueltas le he dado a lo que honestamente pensé pero hay cosas que no tienen dos ni tres maneras de decirse. Vi a Barack Obama llorar en la televisión y ciertamente le creí. Me pareció honesto su sentimiento de dolor ante el recuerdo de niños que han muerto en los Estados Unidos por armas de fuego. Dicen que el Presidente piensa visitar Cuba este año. Lo llevaría a un hospital oncológico para que viera allí los esfuerzos que se hacen por salvar a otros niños sin poder acceder a medicamentos que sólo su país produce o patenta y sólo el mío no puede comprar debido a una política de Estado genocida que el gobierno que hoy encabeza tiene por más de cinco décadas sobre mi país y que él no ha tenido los cojones de cambiar, agujerear, debilitar o mal herir con órdenes ejecutivas. Y que los vea y los toque y que alguien le diga que sienten dolor, pierden órganos o mueren porque aunque tienen toda la asistencia posible no es toda la necesaria ante la falta de un suero, una pastilla o un equipo de última generación estadounidense y esos niños que padecen de cáncer son cubanos. Y si no llora otra vez, que lo parta un rayo.

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Requisito indispensable

14 jueves Nov 2013

Posted by camarero in me pasó

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dientes, escribir, fantasía, jazmín, leer, niños, ratón

Claudia sin dientes y con collar

Claudia sin dientes y con collar

A las niñas Jazbell y Claudia, con todo mi amor

Claudia tiene seis años. A cambio del primer diente que se le cae en su vida un ratón de campo que vino a la ciudad navegando por el río en un cascarón de huevo le trajo en su mochila una chambelona de colores, una pluma de gallo y un lindo collar de las más rojas y negras peonías. A cambio del segundo diente que se le cae en su vida el ratón Nando, que ella conoció en el libro Panchi y el ratón astronauta del matancero Néster Núñez, le bajó del espacio un pedazo del queso jamás visto en la Tierra envuelto en una Luna de papel.

Le muestra a su primo Dayron el resultado de poner el diente que se cae debajo de la almohada. A él le encantan los regalos y tiene cuatro años pero no tiene dientes flojos. Tantean infructuosamente y ni modo, ninguno se mueve todavía.

– ¿Y cuando tú crees que se me caiga un diente a mí? – pregunta Dayron.

Clau, partiendo de su propia experiencia,  usa un elemento que sirve para medir las diferentes etapas de la infancia, como si fuera mucho el tiempo entre una y otra y alta la meta a alcanzar:

– ¡Uf! ¡Tienes que aprender a leer y a escribir!

Al vuelo Dayron tiene una idea genial que puede acelerar mágicamente el desprendimiento añorado:

 – ¡Entonces enséñame! – y le brillan los ojos.

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Yo tengo un amigo de nítida fe

02 martes Oct 2012

Posted by camarero in me pasó

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amigos, carlitos, niños, perritos del arcoiris

Carlos Enrique

Quiero encontrarme en todas tus maldades,
saber del arco iris que tejes para amar.
Luego escondernos encima de una estrella,
cantarnos los secretos, / hacerte cuento o qué sé yo.

Santiago Feliú

Lo conocía solamente por teléfono. Su mamá es mi amiga y de ahí vino un día, ya ni me acuerdo cómo, un saludo telefónico y a partir de ahí hablamos casi diariamente. Tiene 4 años y medio y es el dueño de los perritos del arcoiris. Hace poco, tuve la oportunidad de compartir con él un fin de semana completo. Fuimos juntos a la playa, leímos cuentos, paseamos por el zoológico, compramos helado. Cuando me vio, me dio un abrazo y luego le preguntó a su mamá si yo era Julio César, su amigo telefónico. ¿Es él, mamá? ¿Es él? Yo había visto fotos suyas, quién sabe cómo me había dibujado en su cabecita de infante mientras hablaba conmigo a lo lejos. Tiene problemas con el lenguaje aunque desde que lo conocí a la fecha ha progresado notablemente. Ya puedo seguirlo en conversaciones más largas sin tener que pedirle que repita, algo que realmente me apenaba bastante.  Resultó ser todo un personaje. Para dormir, su mamá tiene que leerle o contarle un cuento. El peor castigo es precisamente decirle que no habrá cuento para dormir. Que le lean libros es reclamo repetitivo, me imagino que le encantará aprender cuando empiece la escuela, pero para eso todavía debe esperar un año. Es un niño muy sociable y muy cariñoso. No tiene distinciones para acercarse  a la gente, pueden ser adultos, niños o niñas. Se encariña con mucha facilidad, es totalmente abierto a los demás.

Tiene en su carácter una cualidad que se ve poco. El ser humano es por naturaleza egoísta, tiende a reservarlo todo para sí, y cuando se es niño se quieren todos los caramelos, los juguetes, los presentes. Sin embargo, Carlos Enrique es todo lo opuesto. Su mamá dice que no tiene nada de él, que tiene que vigilarlo porque lo da todo con mucha facilidad a los demás y no es precisamente un niño privilegiado  por vivir en una familia de buenas posibilidades económicas. Cuando ofrece, realmente ofrece de lo suyo lo único que tiene. Sin embargo, con él sí funciona esa máxima del pensamiento hindú que reza que todo lo que no es dado, es perdido. Como ofrece tanto, le llega mucho. Es dichoso para los regalos, el Universo le devuelve lo que da con tanto desprendimiento infantil. No tiene edad para filosofar ni para saber que es bueno compartir, simplemente tiene la virtud de despojarse por la felicidad de otros.

Una de esas tarde que compartimos él estaba incómodo porque quería irse ya para su pueblo, extrañaba su casa, sus abuelitos, su cama. El regreso a esa hora era imposible y él protestaba y lloraba, incapaz de comprender. De pronto, vio un puesto de churros y se antojó de ellos. Como era cerca de la hora de comida, su mamá no quería comprarle pero mi hermana logró convencerla que lo mejor en ese momento era ceder. Casualmente los estaban friendo, así que su ansiedad y su carita expectante tuvieron que esperar unos minutos. Al final, salió complacido con un vasito desechable de churros azucarados. Nos dio uno a todos, quisiéramos o no y sin que nadie lo pidiera. Iba caminando delante de nosotros, absorto en su comida, y así pasamos por un parque. Un señor que estaba en un banco quiso hacerle la broma cruel que se le hace a los niños de pedirle algo con lo que lo vemos embelesado y para su sorpresa, con una naturalidad espantosa y una calma tan limpia como su ofrecimiento, le alargó la mano con su vaso de golosinas. Era un desconocido y no le ofrecía uno, le estaba dando el vaso completo. Los papeles se invirtieron, el sorprendido entonces fue el adulto que amablemente tuvo que admitirle que su pedido no era en serio. Lo último que hizo, según me contaron, fue que le regalaron dos globos lindísimos y estaba con ellos en el portal de su casa, pasó un niño, quiso uno y él se lo regaló. Eso fue hace unos días.

A veces nos sentimos privilegiados de tener amigos sinceros, buenas personas, gente que vale y brilla. Yo tengo 38 años y Carlos Enrique tiene 4 y medio. Quizás sea inverosímil lo que voy a decir pero me siento orgulloso de tener un amigo como él, con esa rarísima virtud de dar sin antes sacar cuentas.

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