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El Café de Nicanor

~ -en la mesa más redonda-

El Café de Nicanor

Archivos de etiqueta: papá

Cientocuarenta y nueve veces

07 viernes Feb 2014

Posted by camarero in me pasó

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cáncer, interferón, inyecciones, papá

para botar

Durante más de un año he estado poniéndole a mi papá tres inyecciones subcutáneas de Interferón Alfa Recombinante Humano por semana, empecé incluso antes de la operación. Como no tengo almuerzo en el trabajo, cada lunes, miércoles y viernes al mediodía llego a casa y hago mi rutina de enfermería: lavar las manos, destrabar válvula de la jeringuilla desechable, preparar algodón, destapar sello de plástico azul del interferón, meter aguja en bulbo y sacar despacio el líquido, hacer que salga el aire, pinchar, presionar vástago, pasar alcohol sin frotar, poner sello plástico a la aguja y tirar todo el conjunto en la basura. Vamos a terminar con las que te quedan, dice la oncóloga después de anunciarle que para ella está de alta por la buena evolución que ha tenido, aunque tiene que seguir viéndose con el cirujano regularmente.

– Papi… y por fin ¿cuántas te pusiste?
– 150… no, 149 porque hubo una que te falló la aguja y se perdió casi todo.
– Sí, es verdad… fueron 149 entonces.

Hoy espero tener esto en mi mano por última vez.

Antecendente: Las manos de la esperanza

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Otra vez de naranja

27 jueves Jun 2013

Posted by camarero in me pasó

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amanda, amigos, béisbol, papá, recuerdos, universidad, villa clara

Almacén

De aquí sacamos los papelitos

Y vino un jonrón con bases llenas que tuvo mucho más significado que las cuatro empujadas que traía encima. Hasta ese momento estuve en mi casa. Me vestí y me fui para el estadio aunque mi familia decía que era por gusto, que no iba a poder entrar. Atravesé la puerta final de la banda del right field bajo la mirada de un policía de tránsito con su moto y subí hasta el tope para pararme allá arriba porque no había donde me pudiese sentar. Cuando yo era niño, mi papá me llevaba al estadio y recuerdo que las primeras veces siempre era para ese lugar porque es donde menos pelotas caen, según fui creciendo me cambió de posición hasta que iba solo y escogí la que más me gustaba pero mis primeros recuerdos en el Augusto César Sandino de mi ciudad son al final de la grada de la parte derecha. Y allí estaba cuando nuestro equipo ganó después de 18 años de espera.

Yo estaba en 3er año de la carrera de arquitectura la última vez que esto pasó y algo conté ya de aquel grupo de muchachos que vivió los comienzos de la vida universitaria precisamente con tres campeonatos seguidos. Los recordé mucho en ese momento del último out, casi todos fuera de Cuba, otros fuera de la ciudad. Solo quedaba yo para ir a presenciar un triunfo que me que me hizo recordar tantas amistades, momentos tan buenos en tiempos tan grises como lo fue el trienio 1992-1995.

Como era de esperar, la gente se lanzó al terreno, las gradas fueron quedando más vacías y entonces se me ocurrió algo. Poco a poco fui abriéndome paso desde lo más alto y lejos y caminé entre los que quedaban. Me demoré porque aún había mucho público y el tramo era largo, pero ya tenía un propósito. Realmente yo no iba a ir al estadio ese día pero cuando hubo una diferencia apreciable pensé que quizás después de 18 años alguno de mis amigos lejanos me llamaba al teléfono en estos días –nunca me han llamado ni se saben el número, pero bueno, así es uno cuando quiere ponerse sentimental piensa hasta en lo imposible e improbable– y me iba a preguntar si yo había estado allá. No podría decir que no. Fui por ellos y por la nostalgia que hay que saber tragarse y moldear para convertirla en un suspiro. Y si bien ya podía decirles que estuve cuando ganamos, quería mejorar eso y me puse en movimiento a través de la gente. Cuando entregaron el trofeo ya yo había llegado al pórtico entre la 3ra y la  4ta viga de la parte de primera base y al espacio entre el 6to y el 8vo escalón. Esas coordenadas eran las mismas que ocupábamos y donde alguna vez estuve con acrílico naranja en la cara y una jaba de papelitos cortados a tijera gritando por un título ya en un recuerdo añejo.

En diciembre pasado mi sobrina hizo las pruebas de aptitud, las aprobó y le llegó arquitectura. Yo la acompañé el día del examen a la facultad y antes de llegar hice la foto que está arriba. Ella me preguntó por qué me interesaba aquella casita deslucida. Difícil imaginar que tuviese que ver aquella estampa con otra de tanta felicidad pasada y con este presente de campeones.

Lenin fue al estadio – El Café de Nicanor – 19 de enero 2012

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Las manos de la esperanza

11 jueves Abr 2013

Posted by camarero in me pasó

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cáncer, escultura, esperanza, manos, papá, rita longa

Esperanza

La Esperanza – Rita Longa – Forma parte de la escultura Fe, Esperanza y Caridad ubicada en el Hospital Viejo de Santa Clara

En diciembre pasado mi padre fue diagnosticado con cáncer de piel, así que desde enero está en tratamiento con operación de cincuenta puntos en la cabeza incluida. Mi experiencia con hospitales es nula y en este momento no puedo afirmar si es algo positivo o negativo. Yo padezco desde siempre de reacción vagal a la sangre y no es solo la sangre que veo sino la que imagino. En una de las consultas cuando el médico dijo que tenían que operar y llegar hasta el hueso me dio una fatiga que tuve que sentarme a recuperarme. Es duro saberse débil cuando cosas tan importantes pasan a tu alrededor y más de esa manera en que no depende de tu voluntad. Simplemente no puedo controlar ni evitar la reacción vagal aunque he pasado por momentos en que al parecer predominan otros sentidos y esta no aparece pero no voy a hablar de ellos ahora. Manos amigas me hacen llegar equipamiento desechable de insulina para inyectar a mi papá tres veces por semana con interferón alfa humano recombinante, un medicamento cubano que hace poco cumplió un cuarto de siglo y va por su tercera generación.

Papá tiene turnos con frecuencia y lo acompaño al hospital esos días en la mañana, bien temprano. Nos toma alrededor de media hora. A nuestro alrededor la ciudad se mueve con el ritmo de la gente que amanece y va al trabajo y somos dos más que de modo intrascendente caminan temprano a algún lugar. Él habla muy poco en la ida, casi ni una palabra. Ya las calles que tomamos para venir y regresar las tenemos elegidas y no tenemos que ponernos de acuerdo para nada. Yo le voy vigilando los pasos, orientándolo y cuidándolo. Ya no le queda más nadie que mi hermana, mi mamá y yo. Es el mayor de cinco hermanos y le ha tocado sobrevivirlos a todos. Sus padres son fallecidos, sus sobrinos por motivos divergentes están alejados. Así que nos tiene solo a nosotros para continuar.

El hospital es el más viejo de la ciudad. Ha sido superado por otro que está en las afueras pero aun así, sigue prestando sus servicios. Como toda instalación añeja muestra sus reiteradas reparaciones parciales a cada paso. Vanos cerrados y huecos abiertos revelan circulaciones reinventadas, pasillos atestados, personal médico que camina de un lado a otro observado por la estatua de su patio central, Fe, Esperanza y Caridad, obra de la magistral escultora cubana Rita Longa. Me he vuelto firme convencido que a pesar de las críticas al sector los buenos indicadores de salud que Cuba mantiene dependen exclusivamente de la capacidad y entrega de trabajadores mal reconocidos y peor remunerados que alivian el dolor en edificios con tuberías que sueltan agua y vapor por sus remiendos. No tenemos amigos que nos ayuden o recomienden por lo que hemos tenido que pasar y sufrir por la vía normal, sin embargo nos ha tocado a suerte un excelente trato, tanto de médicos, como doctoras, enfermeras, camilleros y hasta custodios, preocupados e interesados por nosotros sin recibir nada a cambio. Para mi hermana y para mí han sido de un apoyo definitorio. Incluso mamá me decía que alguien se le acercó a la casa hace unos días para que la ayudáramos a ponerla en contacto con el médico que operó y trata a mi papá. Se trata de un hombre joven pero muy preparado, profesional y determinado. Nada podemos hacer al respecto porque llegamos a él de casualidad, no porque lo conozcamos o tengamos amistad, fue el azar y no nos une otra cosa que los minutos de su consulta, tiempo que aprovecha a plenitud con un sentido práctico y decisión que quita todas las preocupaciones.

La espera es grande en cada consulta. Llegamos al poco más del amanecer y nos vamos pasado el mediodía. Hay muchos casos que atender, irregularidades en la entrada, complejidad de situaciones. Los médicos tienen que salir y entrar, son interrumpidos por razones de peso o no. El caso es que demoramos mucho en la espera como lo hacen casi todos los pacientes. Luego la consulta suele ser rápida y con una amabilidad que espiritualmente reconforta mucho. Luego nos toca otra cola inmensa en el control de turnos que hago yo mientras papá espera sentado en un banco de madera del salón de espera principal. Me duele dejarlo allí pero no quiero que esté de pie tanto rato cuando nos queda aún regresar a casa, quisiera estar con él hablando y no dejarlo sumido en quién sabe qué pensamientos pero no tengo otra alternativa.

El regreso lo hace más animado he intento introducir otros temas que no sean de hospitales ni enfermedad y es relativamente fácil porque está más dispuesto a intercambiar. Volvemos por las mismas calles por las que vinimos siguiendo el curso de las mismas aceras. Y es cuando nos pasa algo que me hace pensar en muchas cosas. Me hace pensar en la vida, en lo positivo, en la esperanza, en ese ánimo que a veces uno pierde y no encuentra. En eso que parece casual y parece al mismo tiempo puesto en tu camino para removerte, para que te estremezcas, para que te levantes. Me hace pensar en los seres humanos y en su incapacidad de mostrarse y ser abiertos al punto que quien se muestra a los demás pensamos que está enfermo.

Nos sucede algo que parece una señal.

Cuando venimos no está porque es muy temprano y supongo duerme. Cuando regresamos, como lo hacemos por la misma acera, chocamos irremediablemente con él. Es un chico, síndrome de Down, que está parado, en la puerta de su casa. Nos mira y no dice nada, solo levanta su mano derecha y nos ofrece su palma cuando aún nos quedan varios pasos por delante. Es una acera estrecha y yo camino detrás de mi papá y se escuchan seguido dos sonidos de choques de manos, la de mi padre con él y la mía con él, que voy detrás. No hay nada más, simplemente pasamos y chocamos manos pero parte de esa alegría que ese niño tiene con desconocidos se va también con nosotros. Es como decir y sentir que sí, que avanzamos, que vivimos y la vida es bella.

Detalle de las manos

Detalle de las manos de La Esperanza – Rita Longa

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Training

19 martes Jun 2012

Posted by camarero in me pasó

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bebé, papá

Este domingo fue Día de los Padres. Yo no soy papá, pero entrené.

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Por tu felicidad que alguna vez será completa

17 viernes Feb 2012

Posted by camarero in otras cositas

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amanda, cumpleaños, papá

Hoy cumple 17 años. Su padre vive en otro país, la llamó por teléfono en la mañana pero por la diferencia horaria ella ya había partido para el preuniversitario. Almorzará en casa de su abuela, sobre la hora que pongo este post en mi blog y él espera poder hablar con ella allá. Llevan más de 12 años separados. Cuba les impide reunirse. Cuando cumplió 15, él tuvo que quedarse con el deseo de poder estar y ella con el de poder abrazarlo. Él no es un criminal, ni un delincuente, ni un disidente político. Ella menos.

Amanda, mi querida sobrina, yo quisiera derribar todo lo que impide que tú veas a tu papá, pero no puedo. Por el momento, intento ser tu mejor patrón masculino hasta que ese día de felicidad completa te llegue y él pueda estar orgulloso de la mujer que eres. Es mi manera de luchar y vencer lo incomprensible.

¡Muchas felicidades, mi niña!

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