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El Café de Nicanor

~ -en la mesa más redonda-

El Café de Nicanor

Archivos de etiqueta: sueños

Quedan atrás tempestades y naufragios / Jazbell

10 lunes Mar 2014

Posted by camarero in me pasó

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abuela, ballet, danza, jazmín, magia, sueños, volar

alicia

Alicia Alonso

Eso pude: eso valgo.
Dulce María Loynaz

Mi ámbito familiar –donde nací y crecí- ha marcado mucho mi tejido espiritual. Mi abuela paterna era Licenciada en Ciencias de la Educación, amante del arte y especialmente del ballet, incesante lectora cuya influencia en mi formación desde muy pequeña fue decisiva y determinante. Mi abuelo paterno, un guajiro de campo que fue alfabetizado con el triunfo de la Revolución Cubana, aún así dueño absoluto de una peculiar inteligencia que maravillaba a todos con su filosofar, con una exclusiva nobleza de alma, labrador sencillo, con muy poca escuela a cuestas pero que vivió dialogando con la naturaleza, bebiendo el vino de la meditación y que templó su espíritu con la exquisita imaginación que tenía, un hombre tan simple como tan grande, es mi paradigma y ejemplo a seguir. Mis padres ambos profesionales, personas sencillas, con una inmensa capacidad para amar. Mi mamá amante de las rosas que cultiva con dedicación en su jardín, mujer sensible, romántica y lectora desde siempre de las novelas de amor de la muy conocida y fallecida escritora española Corín Tellado. En ese ambiente nací, crecí y me formé.

Como les dije al inicio, mi abuela paterna amaba el ballet y me transmitió su amor y su entrega al punto de inducirme por ese camino cuando apenas medía yo unos escasos ochenta centímetros. Todos en casa me rodeaban en pequeñas tertulias nocturnas y yo actuaba como en el más espectacular escenario del mundo, recibiendo de ellos una ovación cerrada y hasta ramos de flores silvestres ponían en mis manitas, que mi abuelo se dedicaba a recoger para mí durante el día. Así de maravillosos fueron mis primeros pasos que más tarde me llevaron a entrar en la Escuela Vocacional de Arte. Me fascina –porque todavía hoy me fascina, me envuelve, me atrae, me atrapa- esa danza en la que el cuerpo levita, vuela, se escapa de lo cotidiano y se convierte en la mágica fórmula para llegar a donde quieras; porque el ballet es eso: MAGIA. Es algo divino e indescriptible que nace en un espectáculo que engloba pintura, poesía, música y danza. Son muy gratos los momentos que recuerdo usando el tutú y las zapatillas, en festivales de la Escuela Vocacional de Arte Raúl Sánchez, en galas y homenajes en el teatro José Jacinto Milanés de mi ciudad, en muchos de los actos provinciales en conmemoración al triunfo de la Revolución.

Así el ballet y yo nos fundimos en un inmenso mundo que hasta hoy disfruto y vivo con cada fibra de mi alma sin embargo, cuando tuve la oportunidad de crecerme profesionalmente con él, lo abandoné.

-*escrito por Jazbell*-

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De El Nicho: tarde pero a tiempo

31 miércoles Jul 2013

Posted by camarero in pequeñas r(i)flexiones

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amigos, blogosfera, BlogosferaCuba, Centro Memorial Martin Luther King Jr, El Nicho, grupo, Los Cinco, sueños, unidad

El Nicho

…hasta manchado con fango de la Sierra!

no congeles el júbilo / no quieras con desgana
no te salves ahora / ni nunca
Mario Benedetti

Cuando estuve en el Centro Martin tuve un momento de lucidez personal en solitario. Cada quien tenía en su mano un papel con el nombre de su blog y nos pidieron los claváramos en una pancarta donde estaban marcados algunos momentos destacados en secuencia de actividad colectiva. Querían que los pusiéramos en aquella donde nos sentimos parte de un grupo, parte de una comunidad, parte de algo nuevo a lo que nos integrábamos. Todo el mundo se abalanzó contra el cartel. Me mantuve tranquilo por mi habitual tendencia a actuar casi siempre a solas y determinar mi propio ritmo pero además sabía que donde yo iba a poner el mío –porque dudas no tenía- no iba a estar colgando más ninguno. En la excursión de octubre a El Nicho me sorprendió su belleza natural y potencialidades muy poco explotadas para un turismo juvenil de acampadas, era la primera vez que iba. Del grupo que subimos yo era el único que no conocía a nadie, todos los demás o habían estado en El Turquino o ya eran parte de alguna manera de un colectivo. Entonces no tenía apuro en la Sala Reverendo Lucius Walker: donde yo iba a colocar mi identificación no iba a haber nadie más. Y a mucha honra.

Me quedé con ganas de escribir sobre El Nicho, no lo hice en su momento, sin embargo guardo con mucha ternura el momentico en que fuimos a la escuelita primaria a hablar de Los Cinco y nos distribuimos por las aulas y me tocó una donde habían niños muy pequeñitos que nos miraban con cara de “…llegó visita, cuida’o con meter la pata!”. No decían nada y ni siquiera se atrevían a mencionar los nombres de los Héroes. Pero alguien preguntó a la maestra si ya se sabían el alfabeto y ante la respuesta afirmativa les dijo entonces a ellos que había dos que sus nombres empezaban con R. Y así, saltando de letra en letra, los niños del Escambray fueron diciendo ese quinteto de nombres que conocían y les daba pena decir pero cuando el tema era demostrar que habían aprendido a leer y escribir todo cambió. Algo quise en su momento emborronar sobre el abecedario, Los Cinco y aquellos guajiritos que querían ser doctores y maestros en un huequito de nuestro macizo central, lugar que en los inicios de los 60 del siglo pasado fue teatro del terrorismo con bandas armadas organizadas y financiadas desde los Estados Unidos. Quería hacerlo desde el corazón, no del panfleto. No supe quedar satisfecho con mis letras de un lado y lo que quería decir del otro y abandoné el intento, pero voy a hablar de El Nicho hoy, en otro tono y con otra intención.

Armamos nuestro campamento en un lugar en que la dirección del Gran Parque Topes de Collantes perteneciente a Gaviota nos permitió establecernos. Era muy cerca de las cascadas, unos veinte o treinta metros detrás de un restaurante rústico para el turismo internacional. Para comer teníamos que caminar primero hasta la carretera y luego ir a otro restaurante, mucho más modesto, en el pueblecito de El Nicho donde antes ya había ido una avanzada a decir qué menú habíamos escogido. Caminando podrían ser unos dos kilómetros desde nuestra base en el monte hasta las mesas. Luego nos quedábamos allá en un lugar abierto al frente, compartiendo, jugando, conversando. Lo hacíamos porque lo único que había en nuestro campamento para iluminarnos era un bombillo que había en un bañito cercano a las tiendas y al caer la noche todo se ponía muy oscuro. En aquella carpita estábamos hasta algo más allá de medianoche y emprendíamos entonces el camino de vuelta. Cantábamos, mirábamos las estrellas, nos reíamos. Con las linternas íbamos iluminando algunos pasos más adelante y no mucho más allá.

Dudo que alguno de nosotros a solas hubiese estado dispuesto a hacer ese recorrido, o al menos dudo -si hay algún valiente que sí se siente capaz- que lo hubiese hecho con tanta calma y tanta seguridad. Andar en boca de lobo por esos montes entre lomas y cafetos no es gracia. A eso le sumo el lugar donde estaba nuestro sitio para dormir, al aire libre, metido en el monte y cerca del río. ¿Quién a solas hubiese puesto su colchón allí? Ninguno, seguramente. ¿Qué fue lo que hizo entonces que para todos fuese tan fácil primero caminar un buen tramo en la tierna madrugada por una carretera sin luz y luego dormir plácidamente en un bosque con los sonidos perdiéndose bajo el tronar de una cascada? Si alguien quiere dárselas de arrogante le digo que no fue él, sino que fueron los demás.

Porque andábamos en grupo pudimos primero caminar a ciegas donde cantar nos aseguraba que no estábamos caminando solos para luego llegar a poner la cabeza en calma en la oscuridad de la naturaleza. Y si queremos crear, preservar y pulir sueños también tiene que ser andando en grupo. Y si no va a ser así –porque a veces la frustración se bebe también hasta los mejores sueños- entonces estaré con aquellos que cuando llegue la noche sé que se quedarán conmigo.

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El primer picaporte

10 viernes Ago 2012

Posted by camarero in las puertas de rodrigo

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bebé, sueños

Sólo cuestión de esperar a que aparezcan.

Cuando el mundo tiene la capacidad de mutarse interminablemente es cuando me topo con alguna puerta. A veces es una solitaria hoja a pleno sol en el sin fin de la llanura, otras son un ejército en espiral que me rodea sin palabras en la arena del desierto. He aprendido que tras ellas puede habitar lo más insólito en el paisaje más inesperado. No hay lógica detrás, nada es anticipable. Una puerta es solo una apariencia desligada del lugar irrepetible al que abre paso. Nunca sé el tiempo que pueda estar del otro lado y siempre regreso aquí aunque allá me muera, listo para recomenzar.

No he salido de mi pequeño refugio que es al mismo tiempo todo el universo que he podido ver. Aquí surgí, oyendo junto a mi corazón el de esta criatura que me lleva dentro y me habla dulcemente. Floto, escucho, levito. Como buzo en el océano o pequeño astronauta en el espacio libre me muevo en paz, observo y siento, atada mi vida por un cable a su ternura. Sé más que lo que ella imagina e ignoro las razones. No me cuestiono la evidencia sino que me rindo a la fascinación.

Al caer la noche, cuando descansa, yo también lo hago y sin moverme vuelo en libertad de pasto en pasto. Abro una puerta y mi sueño estalla.

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