Hoy bañé a mi papá y lo llevé como todos los días a la cama para secarlo y vestirlo. Por un momento me quedé detenido, con sus medias en la mano, sentado en el piso frente a sus pies de viejito querido. Vio mi instante de quietud, me preguntó y le dije: “No me vas a entender.” “A lo mejor sí te entiendo.” “Tengo ganas de escribir.” “¡Escribe entonces!” “Es que no se me ocurre nada, ese el problema, que tengo ganas, pero nada se me ocurre.” Y ahí cerré el diálogo. No quise ir más allá porque es una sensación muy extraña, diría incluso que agradable, aunque no encuentre motivo. Compararla es ir a buscarle similitud en otras ganas. No tengo el síndrome de la hoja en blanco que tiene que ser llenada pero no hay disposición a hacerlo, no estoy hablando de eso: tengo ganas de escribir como de sexo hay las ganas.
Ganas
15 martes Mar 2016
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